La última vez que un presidente de Estados Unidos emprendió un viaje tan largo a Asia acabó vomitando en los pantalones del primer ministro japonés. Aquel accidente diplomático, protagonizado por George H. W. Bush hace un cuarto de siglo en la última etapa de un periplo de 12 días y 16 zonas horarias, podría haberle servido a Donald Trump de advertencia sobre los potenciales peligros de un viaje tan largo, pero el neoyorkino ha optado por igualar la marca de Bush. Tras una semana particularmente mala en casa, Trump ha iniciado una gira de 12 días que le llevará a Japón, Corea del Sur, China, Vietnam y Filipinas, con una parada inicial en Hawái. Todo un tour de force para un hombre de 71 años tendente a saltarse los protocolos y a decir lo que no debe.

El viaje le servirá para huir unos días del clima sofocante que impera en Washington, donde se ha reactivado el Rusiagate con el procesamiento de tres de sus asesores de campaña y le han llovido críticas desde todos los flancos por su politización del atentado de Nueva York. Pero más que escapar, el líder estadounidense tiene que proveer. Desde el principio de su presidencia ha otorgado una enorme importancia a Asia, pero no le ha servido para tranquilizar a sus aliados. Su decisión de romper el Tratado Comercial Asia-Pacífico (TPP), negociado durante años por su predecesor con 11 países, dañó gravemente la credibilidad de EEUU como aliado fiable. Y su extrema beligerancia hacia Corea del Norte inquieta a su socio del sur, partidario de resolver el conflicto por la vía ganando influencia en la región. Entre tanto, China sigue ganando influencia en su patio trasero.

Todos esos factores obligan a Trump a hacer mucha pedagogía para calmar a sus socios asiáticos y demostrarles su compromiso con la región. «El viaje del presidente se centrará en tres objetivos», dijo esta semana el asesor de seguridad nacional, el general H. R. McMaster. «Primero, reforzar la determinación internacional para desnuclearizar Corea del Norte. Segundo, promover una región Indo-Pacífica libre y abierta. Tercero, avanzar la prosperidad de EEUU a través de un comercio justo y recíproco», dijo con concisión militar. Para ello, el presidente se ha hecho acompañar por 29 ejecutivos de grandes empresas. Como en el viaje al Golfo Pérsico, pretende anunciar algún contrato millonario.

Trump no visitará la zona desmilitarizada que separa las dos Coreas, pero la preocupación sobre el reino ermitaño está llamada a dominar la agenda en muchas de sus escalas. Pekín es la más importante y allí pedirá al presidente chino, Xi Jingping, que aumente la presión sobre Pionyang reduciendo las exportaciones de petróleo y las importaciones de carbón norcoreano. «El presidente reconoce que el tiempo se está agotando y les pedirá a las otras naciones que hagan más», adelantó McMaster.

La tensión sigue siendo máxima y el jueves cazabombarderos estadounidenses y aviones de combate japoneses y coreanos ejercitaron sin previo aviso un «simulacro de ataque nuclear», a lo que Corea del Norte ha contestado acusando «a los imperialistas estadounidenses» de querer provocar una guerra atómica.