El nihilismo de Sophie chirría con sus 21 años y sus gafas rojas redondeadas. Hong Kong está condenada. No caerá mañana, pero lo hará antes o después. Y yo no quiero estar aquí para verlo. Taiwán, Australia qué más da. Quiero irme, cuenta frente a la sede parlamentaria saqueada. Algunos jóvenes anticipan una heroica lucha hasta el fin y muchos otros anuncian su huida.

Los recelos hacia Pekín han catalizado las corrientes migratorias de las últimas décadas. Muchos dejaron atrás la isla cuando Londres y Pekín negociaron la entrega en los 80 y otros más se fueron aterrorizados tras ver los tanques en Tiananmén en 1989 al intuir lo que se les venía encima. El éxodo se repitió en las vísperas de la entrega de Hong Kong a China en 1997. Muchos regresaron tras comprobar que Pekín cumplía con rigor la fórmula de un país, dos sistemas que garantiza las libertades y derechos de la época británica. La presente ola, alentada por la ley de extradición y las protestas que la tumbaron, se ha extendido por primera vez a los jóvenes, superados por un contexto económico y político inquietante.

EL MILAGRO ECONÓMICO

Ninguna región se aprovechó más del milagro económico chino. La isla movió al interior sus fábricas, se erigió en capital financiera de Asia y multiplicó sus millonarios. El viento ha cambiado. Hoy sufre la competencia de Singapur y efervescentes ciudades del interior como Shanghái o Shenzhen. Escasean los buenos trabajos y los endémicos problemas de vivienda se han agudizado. En la isla se aprietan 7,5 millones de habitantes, la misma población que Catalunya pero en un territorio 30 veces menor. Hong Kong lidera la clasificación mundial del metro cuadrado más caro. Solo un 11 % tiene casa en propiedad y más de la mitad de los alquileres superan los 20.000 dólares de Hong Kong cuando el salario medio se sitúa en los 16.400.

La generación de jóvenes que ocupa las calles será la primera que vivirá peor que sus padres y acusan a los chinos del interior del grueso de sus problemas. En la prensa local se les ha descrito como plagas de langostas: empujan los precios inmobiliarios al cielo y desbordan los servicios de la isla, desde los hospitales a las universidades. La leche en polvo para niños es ilustrativa: un escándalo del sector en la China continental en el 2008 provoca aún que las farmacias hongkonesas agoten sus reservas.

UN FUTURO NEGRO

Muchos temen que la presunta voluntad de Pekín de convertir la excolonia en otra ciudad china más supondrá su tumba. Los inversores que no confían en el sistema judicial chino dejarán también de confiar en Hong Kong y moverán sus bienes a otras capitales asiáticas, juzga Susan, estudiante de ciencias de 19 años. El sistema judicial independiente, pronostica, reventará por los embates chinos. Veo el futuro político muy negro. Decir que sufro ansiedad es quedarme muy corta, finaliza.

En la China continental no abunda la comprensión hacia las protestas. Se preguntan por qué los hongkoneses disfrutan de libertades negadas al resto, les enfurece que ocupen las calles y piden mano dura contra esos lastimeros vocacionales. En la isla se ve diferente. La desaparición de libreros y empresarios en sus calles que emergieron meses después en comisarías del interior causó una angustia comprensible. Los jóvenes ahora se comunican por Telegram, cuidan lo que cuelgan en sus redes sociales y toman otras precauciones habituales en el interior. Hong Kong es aún un paraíso en el contexto nacional y la presión social ha tumbado todas las leyes que atentaban contra su singularidad, pero preocupa que el empuje chino acabe venciendo la resistencia.

EL DESEO DE MARCHARSE

Somos chinos pero tenemos valores diferentes. Aquí no todo se consigue con dinero, hay unas leyes que todos respetamos. Nuestros principios históricos están cada día más amenazados, asegura Joseph. También quiere marcharse pero, como tantos otros estudiantes, carece de medios. Empezar una nueva vida en el extranjero requiere mucho dinero y aquí es imposible ahorrar, incluso si vives con tus padres, señala. La desesperación por la falta de soluciones explica que muchos salgan a la calle y se arriesguen a largas condenas de cárcel.

Hong Kong no ofrece cifras de emigración pero los indicios sugieren un aumento dramático. Una encuesta de la Universidad China de Hong Kong revelaba el pasado año que el 51% de los jóvenes entre 18 y 30 años ya pensaban en emigrar, en Facebook y Youtube abundan consejos para acelerar el proceso y los seminarios informativos registran récords de público.

LA LOSA DE LA LEY DE INMIGRACIÓN

Las solicitudes se han incrementaron un 30% tras el intento de aprobar la ley de extradición, calculan desde una agencia de emigración que exige el anonimato. Los más pudientes eligen Canadá, Australia y Reino Unido, mientras los estudiantes optan por destinos más cercanos y baratos como Taiwán o el sudeste asiático. La tramitación de esa ley aterrorizó al gremio de millonarios porque en China no es infrecuente el trasvase de la lista Forbes a la cárcel por razones legales gaseosas. Muchos han acelerado el envío de sus fortunas al extranjero en las últimas semanas. Los que hoy emigran son hombres de ingresos medios y altos, con familia, que temen por su seguridad y la de sus ahorros. Antes pesaban las razones económicas y ahora las políticas, explican desde la agencia.

Hong Kong colecciona signos preocupantes. La economía declinante, las presiones chinas y la fuga de talento joven confabulan contra la isla. Pero la combatividad social contra las amenazas confirma su resiliencia. Yo también quería irme. En estos cinco años que han pasado desde la Revuelta de los Paraguas había perdido la esperanza, creía que los hongkoneses ya no tenían ganas de pelear. Estas manifestaciones me han convencido de lo contrario. Me voy a quedar para luchar por mi ciudad, señala Kelly, financiera de 25 años.