Estados Unidos insiste en que «todas las opciones están sobre la mesa» para resolver el conflicto venezolano, pero ahora es tiempo de ahogar todavía más la economía del país para forzar la salida del presidente Nicolás Maduro. El vicepresidente de EEUU, Mike Pence, fue ayer el centro de atención en la reunión celebrada en Bogotá por el Grupo de Lima, países de América que apuestan por la caída del chavismo. Los 12 países integrantes del grupo y sus aliados no resolvieron por el momento optar por usar «la fuerza», propuesta que viene solicitando el representante opositor venezolano, Julio Borges. «El uso de la fuerza no es una solución», reconoció el ministro de Exteriores colombiano, Carlos Holmes Trujillo. Juan Guaidó, reconocido por Washington y otros 50 países como presidente interino de Venezuela, esperaba tal vez una postura más intimidatoria de la reunión de ayer. Pero hasta el general Hamilton Mourão, segundo hombre del Gobierno de ultraderecha de Brasil y pertinaz enemigo del chavismo, se mostró contrario a «medidas extremas que serán juzgadas por la historia como invasoras». También el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, recordó los peligros de esa vía. La Venezuela de hoy le recuerda a la «dictadura» del general Manuel Noriega. «Espero que las cosas no terminen como en 1989», dijo en alusión a la incursión armada que George Bush padre lanzó para capturar al entonces jefe de la Guardia Nacional panameña. La reunión bogotana no fue indiferente a las señales de alarma que se encendieron el fin de semana pasado. Antes de que los presidentes y representantes de los Gobiernos del Grupo de Lima se tomaran una foto en la que simulaban dialogar respetuosamente, la UE había instado a «evitar la intervención militar» en la frontera. China también había mostrado su preocupación por la «politización» de la entrega de asistencia humanitaria. En alusión a EEUU, Pekin criticó que «fuerzas externas» tomen el protagonismo.

En Bogotá, Pence se reunió en privado con Guaidó y con el presidente anfitrión, Iván Duque. Luego participó en las deliberaciones. Lo primero que hizo fue transmitir a los presidentes el saludo «de un gran adalid de la libertad», en referencia a Trump. Como el jefe de la Casa Blanca, Pence auguró el fin del madurismo. «El socialismo está muriendo». Washington busca junto con Guaidó y Colombia nuevas áreas de la frontera con Venezuela para realizar un intento más fructífero de apertura de un canal humanitario.

Además, EEUU ha decidido imponer nuevas sanciones económicas a la petrolera estatal PDVSA, única fuente de ingresos de Venezuela. Washington busca en los bancos del mundo occidental «hasta el último dólar que han robado» los maduristas. Para Pence, las Fuerzas Armadas siguen teniendo la llave de una solución incruenta de la crisis. «Deben aceptar la generosa oferta de amnistía, si no lo hacen y eligen el otro camino perderán todo». En la reunión de Bogotá, Guaidó, sin apartarse un ápice de la hoja de ruta diseñada por Pence, acusó a Maduro de festejar como una victoria el rechazo de la comida y los alimentos ofrecidos principalmente por EEUU. «Bailan sobre tumbas», dijo. El opositor quedó en evidencia este fin de semana cuando ardió un camión de ayuda en el lado colombiano.