La intensidad de los combates entre las tropas de Estados Unidos y los radicales shiís creció durante la jornada de ayer. Un total de 35 milicianos shiís resultaron muertos, según el portavoz militar norteamericano, Mark Kimmit, en la noche del domingo al lunes, en enfrentamientos que tuvieron lugar en Ciudad Sadr, el superpoblado barrio shií al noreste de la capital, al tiempo que aviones estadounidenses bombardearon y destruyeron las oficinas en Bagdad de Moktada al Sadr, el cabecilla de la revuelta shií.

En Basora, el sector petrolero iraquí sufrió un nuevo golpe tras el sabotaje de un oleoducto, lo que obligó a reducir las exportaciones de crudo. Durante la noche y la mañana de ayer, ambos bandos se enfrentaron en escaramuzas en las callejuelas de Ciudad Sadr, feudo de Sadr en la capital, que culminaron con el bombardeo de su sede bagdadí.

IRRITACION DEL CLERO Las sedes de Sadr en Kerbala, Diwaniya y Amara ya habían sido destruidas. Un portavoz del joven clérigo evitó referirse a los enfrentamientos y se limitó a asegurar que tres personas perdieron la vida durante el bombardeo de los locales de Sadr.

A pesar de la creciente irritación entre el clero shií por la actitud desafiante de Sadr y por la ocupación de los lugares santos shiís por parte de milicianos radicales, el cabecilla rebelde no dio marcha atrás y ordenó a sus hombres extender los ataques por todo el país. "Hemos iniciado la segunda fase de la resistencia; nuestra paciencia se ha acabado", señaló Qais al Jazali, representante de Sadr en Nayaf.

"Nuestra política será extender los actos de resistencia a todo el territorio iraquí debido a la escalada militar; los ocupantes han cruzado la línea roja en Nayaf y Kerbala", concluyó, en referencia a las incursiones de blindados de EEUU en ambas ciudades santas.

OTRO SOLDADO MUERTO Un soldado norteamericano murió ayer al estallar una bomba al paso de su convoy al norte de Bagdad. El deterioro de la seguridad en Irak ya se refleja en su capacidad para exportar petróleo. Insurgentes iraquís sabotearon uno de los dos oleoductos que alimenta una terminal petrolera offshore al norte del golfo Pérsico, lo que obligó a reducir el flujo de crudo. "Hemos pasado de 80.000 barriles a 40.000 barriles por hora", advirtió el ingeniero Alí Nasr al Rubai, director de la terminal petrolera de Basora.