Los neoconservadores que pilotaron la política exterior de la Administración Bush nunca llegaron a consumar sus planes para bombardear Irán, pero con Donald Trump en el poder están teniendo una segunda oportunidad. Finiquitado el período de distensión de la era Obama, Washington sigue dando pasos para provocar una confrontación con el régimen de los ayatolás.

Después de haber roto el acuerdo nuclear de forma unilateral, reimpuesto las sanciones y designado a la Guardia Revolucionaria iraní como grupo terrorista, el Pentágono está amasando fuerzas militares en Oriente Próximo.

Ayer se anunció el envío a la región del buque de guerra USS Arlington, provisto con vehículos anfibios, aviones caza y baterías de misiles Patriot. Se unirá al grupo de ataque USS Abraham Lincoln, desplazado recientemente.

EEUU sostiene que estos últimos movimientos de fuerzas navales son puramente «defensivos» y responden al «incremento de la preparación iraní para llevar a cabo operaciones ofensivas» contra los intereses estadounidenses.

Sus militares no han especificado en qué consistiría la renovada amenaza iraní, aunque la CNN especula con que podría tratarse del despliegue de misiles de crucero y misiles balísticos de corto alcance en barcos iranís apostados en el Golfo Pérsico, por donde transita una parte significativa del petróleo mundial.

Hace unos días, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien ya abanderó la línea dura en los años de Bush, envió varias advertencias a Teherán. «Cualquier ataque sobre los intereses de EEUU o sus aliados será respondido con una fuerza implacable», dijo Bolton. «EEUU no busca la guerra con el régimen iraní, pero está totalmente preparado para responder a un ataque».

MANIOBRAS INUSUALES

El envío de fuerzas navales ha ido acompañado por la llegada de cazabombarderos B-52 con capacidad nuclear a la base militar que el Pentágono tiene en Catar. Los Patriot están diseñados para destruir misiles de corto alcance y de crucero.

Irán ha respondido negando maniobras inusuales entre sus fuerzas y acusando a EEUU de haberse embarcado en una «guerra psicológica». La reimposición de las sanciones ha hundido el valor del rial respecto al dólar y ha disparado la inflación, sumiendo a la economía iraní en una nueva crisis. Hace unos días el Gobierno de Hasán Rohaní anunció que suspende algunos de los compromisos adquiridos en el acuerdo nuclear del 2015 y que, hasta ahora, había cumplido.

El órdago busca presionar al resto de suscriptores del acuerdo (Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) para que encuentren una fórmula que permita al Estado persa seguir vendiendo petróleo y llevar a cabo transacciones económicas internacionales. Ambas capacidades están en duda por la presión que EEUU está ejerciendo sobre sus aliados europeos.