Estados Unidos demostró ayer que tiene la fuerza y la palabra para decidir cómo acabará la violenta crisis que azota Haití. Su exigencia al presidente, Jean-Bertrand Aristide, para que frenara la "violencia ciega" que reinaba en Puerto Príncipe transformó, como por ensalmo, la capital en una ciudad tranquila; al mismo tiempo que su petición del cese del avance de las llamadas fuerzas armadas del norte detuvo a los rebeldes a 17 kilómetros de la entrada. "Si nos lo piden, es que tienen una opción mejor para la paz", dijo Guy Philippe, líder de los insurrectos, dispuesto a "esperar dos o tres días" y mantener la capital "sitiada hasta la desesperación".

Mientras sus hombres cercaban Puerto Príncipe, Philippe continuaba en su base de Cabo Haitiano, donde afirmó: "Seguiremos enviando tropas, pero no atacaremos Puerto Príncipe hasta comprender qué quiere decir Estados Unidos; no queremos problemas con la comunidad internacional". El comandante dijo que no le sorprendía la ley del terror que los seguidores del Gobierno impusieron en el corazón del país. "Es el estilo de Aristide --señaló--. Por eso es que, de todos modos, vamos a acabar con todo eso".

"ACABAR CON LA VIOLENCIA" Solicitó al presidente que entendiera que "su honor, su herencia y su reputación pueden sufrir con esta situación" y le instó a dar las "instrucciones necesarias para que sus partidarios acaben con la violencia ciega" desencadenada en días anteriores. Al poco rato, Aristide condenó "los actos de violencia y saqueos" y llamó a sus partidarios a movilizarse pacíficamente. Además, volvió a asegurar que no piensa dejar el poder.

Los asaltantes se esfumaron y los chimeres dejaron de ser como aquellos monstruos mitológicos que echaban fuego por la boca y se limitaron a esgrimir su quimera patrullando en camionetas. Una vez apartadas las barricadas, la lluvia dejó la ciudad tapizada con una espesa alfombra de basura y lodo. "Parece Beirut", comentó un periodista.

Frente al Palacio Nacional, centenares de personas aplaudieron el izado de la bandera haitiana y luego hicieron corros para discutir cívicamente la situación, mientras otros grupos de personas acarreaban sacos de alimentos desde el puerto.

AMETRALLAMIENTO NOCTURNO Muchos haitianos andaban escuchando sus transistores mientras otros se concentraron frente a la emisora opositora Radio Visión 2000 para contar los impactos del ametrallamiento nocturno que había acabado con su programación.

Algunos curiosos se paseaban en torno a la embajada estadounidense para ver a los marines parapetados en el tejado, mientras otros deambulaban por los jardines que se hizo el dictador Duvalier, no para contemplar como él los atardeceres caribeños, sino para divisar los buques estadounidenses que iban a situarse frente a la costa.

Con el fin de abastecer a sus embajadas, un avión del Ejército francés y otro de las Fuerzas Aéreas estadounidenses aterrizaron por la mañana en el aeropuerto de Puerto Príncipe, al que solamente llegan ya vuelos privados.

También arribó un grupo compuesto por una media docena de agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) para proteger la embajada española.