No cesa la presión estadounidense sobre Irán. Cuatro días después de que Donald Trump abortara a última hora los planes militares para castigar a Teherán por el derribo de uno de sus aviones espía no tripulados en el estrecho de Ormuz, la Casa Blanca ha impuesto nuevas sanciones sobre el Estado persa, sometido a una inclemente campaña de guerra económica desde que Washington rompiera el año pasado unilateralmente el acuerdo nuclear firmado por Irán con las grandes potencias. Esta vez las sanciones recaen sobre el líder supremo iraní y otros altos cargos del régimen. Aunque la presión económica continúa, se ha rebajado el tono de la retórica que emana desde Washington. Trump dijo el domingo que está dispuesto a negociar sin precondiciones con Teherán.

No le quedaban demasiadas opciones a EEUU para seguir sofocando a la economía iraní. El 80% de su tejido productivo ya estaba bajo sanciones, según el secretario de Estado, Mike Pompeo. Casi un millar de entidades e individuos iranís han sido ya sancionados, una lista que incluye desde los bancos, a las aerolíneas pasando por la marina mercante. El pasado mes de mayo la Casa Blanca castigó las exportaciones iraníes de acero, aluminio, hierro y cobre, y acabó con las exenciones concedidas a países como China o India para que siguieran comprando crudo iraní. El embargo se está cebando con los 81 millones de habitantes del país. Está previsto que la economía persa se contraiga este año un 6% del PIB, después de caer un 4% el año pasado, según el Fondo Monetario Internacional. La inflación se disparado hasta el 37%, lo que está afectando al precio de los productos básicos.