El Gobierno de Pekín ha elevado la alerta ante la febril actividad de buques de guerra estadounidenses en su patio trasero. Washington ha incrementado su presencia tanto en el mar del Sur de China como en el estrecho de Taiwán, en vísperas de la entrevista que tienen previsto mantener los presidentes Xi Jinping y Donald Trump este fin de semana en Buenos Aires, en el marco de la cumbre del G-20.

Las últimas provocaciones se interpretan en sintonía con la agresiva lógica negociadora de la Administración Trump. El Ministerio de Defensa chino prometió que el Ejército protegerá «la integridad territorial y la soberanía de China».

La primera reunión presidencial en Florida atemperó los ánimos y Trump se abstuvo durante un año de enviar sus barcos a las aguas taiwanesas. Ese clima ha quedado arruinado y las maniobras del destructor Stockdale, dotado de misiles guiados, son la tercera incursión de barcos estadounidenses en la zona desde julio. Trump sigue castigando a China en el flanco taiwanés, el más sensible porque afecta a su sagrada soberanía nacional.

China ha recordado esta semana a Washington que no existe mayor amenaza para las relaciones bilaterales que su tozudez en alinearse con la isla rebelde. Xi informó el mes pasado al Ejército que debía «prepararse para la guerra» y el ministro de Defensa, Wei Fenghe, prometió que Pekín no entregará «ni una sola pulgada de su territorio». También en el mar del Sur de China ha presionado esta semana Washington. El buque Chancellorsville navegó entre las islas Paracelso que China entiende suyas. La Marina estadounidense explicó las maniobras como respuesta «a las excesivas reclamaciones marítimas» de Pekín.

Estados Unidos defiende esas maniobras como ejercicios de «libertad de navegación». Esta consisten en pasear periódicamente sus buques y aviones de guerra frente a las islas con el indisimulable fin de descomponer a Pekín, que denuncia las violaciones en su exclusión marítima legal.

CASI UN ACCIDENTE / Esos juegos de guerra han estado a punto de provocar serios accidentes. Dos barcos rozaron el accidente en alta mar en octubre cuando el buque chino se acercó a apenas un centenar de metros del estadounidense en una maniobra que Washington calificó de «agresiva y poco profesional».

La fragorosa guerra comercial que Trump declaró a China ha contagiado la belicosidad a asuntos geoestratégicos como Taiwán o la reclamaciones territoriales en el mar del Sur de China. Los expertos juzgan la reunión presidencial de este fin de semana en la cumbre del G-20 como clave para rebajar las tensiones entre las dos superpotencias. De ahí saldrá un alto el fuego comercial o un agravamiento del cuadro de consecuencias imprevisibles.