Estados Unidos dio ayer instrucciones a todos sus funcionarios «no indispensables» para que salgan de Irak «cuanto antes» ante la creciente tensión con Irán. Las órdenes del Departamento de Estado llegaron un día después de que el Comando Central del Pentágono, al mando de las operaciones militares en Oriente Próximo, declarara la «alerta máxima» para sus tropas en Siria e Irak tras afirmar que existen «amenazas creíbles» sobre un posible ataque contra sus fuerzas.

Holanda y Alemania anunciaron también la suspensión temporal de sus misiones en Irak para formar a las fuerzas de seguridad iraquís, una medida que, según Berlín, no responde a amenazas concretas, sino al clima general que hay en la región.

En las últimas semanas EEUU ha ido amasando fuerzas militares en el Golfo Pérsico, al tiempo que sus estrategas ponían planes sobre la mesa para enviar 120.000 soldados a Oriente Próximo en caso de un eventual recrudecimiento de una crisis que la Casa Blanca ha cocinando desde que decidió romper unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán el año pasado. Un acuerdo que Teherán estaba cumpliendo a rajatabla, según el Organismo Internacional de la Energía Atómica.

Los recientes movimientos estadounidenses han alarmado a los europeos, que no quieren otra guerra ni consideran que Irán suponga una amenaza tangible para sus intereses, por más que recelen del fundamentalismo del régimen iraní o del patrocinio que presta a una miríada de milicias en el mundo árabe.

RESPUESTA INMEDIATA

Esas discrepancias quedaron de manifiesto el martes tras una reunión en el Pentágono que acabó con un general británico refutando sin ambages el principal argumento estadounidense para justificar la escalada militar. «No, no ha habido un incremento de las amenazas por parte de las fuerzas respaldadas por Irán en Siria e Irak», dijo el mayor Chris Ghika, número dos de la coalición que lucha contra el Estado Islámico en la región. Sus palabras provocaron una respuesta inmediata. El Comando Central afirmó que sus declaraciones «ignoran las amenazas creíbles identificadas por la inteligencia de EEUU y sus aliados respecto a las fuerzas proiranís en la región». Esas supuestas pruebas son un misterio. No se han detallado ni hecho públicas.

La Casa Blanca sostiene que no busca la confrontación y ha negado que existan planes para enviar a Oriente Próximo 120.000 militares en caso de ataque contra sus fuerzas, una cifra muy similar a la que desplegó en Irak durante la invasión del 2003. «Yo creo que es una noticia falsa, ¿está claro?», dijo el presidente Donald Trump refiriéndose a la información publicada por The New York Times. «Ahora, ¿lo haría? Sin ninguna duda, pero no lo hemos planeado. Espero que no acabemos teniendo un plan en ese sentido. Y si lo hiciéramos, enviaríamos a muchas más tropas que las publicadas», añadió el presidente.

Por su parte, Irán insiste en que EEUU está tratando de arrastrar a su país a la guerra a base de provocaciones. Su régimen ha negado cualquier implicación en los sabotajes de esta semana contra cuatro petroleros que navegaban por el Golfo Pérsico. «No va a ver ninguna guerra», dijo el martes el ayatolá Ali Jamenei, líder supremo de Irán. «Ni ellos ni nosotros buscamos la guerra. Ellos saben que no responde a sus intereses».

Pero lo cierto es que la potencia chií está cada día más arrinconada y cualquiera de sus acciones podría utilizarse como pretexto para una intervención militar, dada la retórica que emana de Washington. Las sanciones estadounidenses afectan a todos los sectores de su economía, el petróleo, la metalurgia y las transferencias bancarias. Y son también secundarias, lo que significa que se aplicarán también a las empresas extranjeras que hagan negocios con Teherán. Teherán anunció ayer la suspensión de parte del acuerdo nuclear del 2015. Si el resto de firmantes (UE, Rusia y China) no encuentran fórmulas en 60 días para mantener vivo el acuerdo reanudarán el enriquecimiento de uranio.