El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a reivindicar ayer, vía tuit, su segunda operación militar en Siria, en sus palabras «un ataque perfectamente ejecutado», «de precisión». Lo hizo para criticar que muchos medios estén cuestionando la exultante declaración de «¡Misión cumplida!» que hizo, también vía tuit, la víspera. Pero la crítica no solventa un interrogante válido que vuelve a plantearse tras el golpe táctico dado por Estados Unidos, Francia y Reino Unido: ¿cuál es la estrategia de Washington?

Incluso asesores cercanos al presidente, según cuenta The Washington Post, no ven indicación de que exista esa estrategia a largo plazo. Parece que está en el mismo sitio que en abril del año pasado, cuando Trump lanzó su primer ataque militar directo contra el régimen de Bashar al Asad, más limitado aún que el de este fin de semana. Como en abril del 2017, ahora ha actuado militarmente tras indignarse por las escenas de una matanza de civiles con armas químicas atribuida a Damasco. Y aunque con la decisión logra uno de sus empeños (presentarse como más decidido a actuar que su predecesor, Barack Obama), lo que queda en duda es el efecto real en el conflicto. Nada cambió realmente en Siria tras la intervención militar estadounidense del año pasado y tampoco parece que vaya a cambiar ahora, especialmente con un ataque diseñado milimétricamente para no provocar una escalada de conflicto con Rusia e Irán.

Voces con experiencia en la región advierten de esa posible irrelevancia. Lo han hecho, por ejemplo, dos antiguos embajadores, Fred Hof y Ryan Crocker. «Lo que viene a continuación es todo y, a no ser que a este ataque le siga una fuerte diplomacia, es fuego de artificio que no significa nada. Será un gesto vacío, como lo fue el año pasado», declaró Hof en The New Yorker. «Se pide una visión diplomática, no solo militar. Parece que la política ahora es no tener política», le dijo también a la revista Crocker, quien fue jefe de la legación estadounidense en Damasco durante la presidencia de Bill Clinton. «Quizá hubiera sido mejor ni atacar. Manda el mensaje de que asesinar está bien de cualquier modo menos uno: con armas químicas».

Trump, quien personalmente ordenó que se diseñara la intervención militar minimizando el riesgo para la población civil siria, está además atrapado por contradicciones políticas internas. Los halcones dominan su renovado equipo de seguridad nacional, marcado sobre todo por John Bolton, y aliados como el senador republicano Lindsay Graham le presionan también para emprender acciones militares más contundentes. Pero el presidente tiene la voluntad de sacar las tropas estadounidenses de Siria, como manifestó hace menos de dos semanas. Y de hecho, pidió entonces a sus mandos militares que organizaran una salida inmediata, en 48 horas, aunque esos mandos han conseguido que postergue la idea y les dé al menos entre cuatro y seis meses.

La planificación de una estrategia para Siria, además, se complica por la turbulenta situación del presidente en turbios asuntos domésticos.