Hace ya más de una década, cuando las fuerzas estadounidenses ocupaban Irak y el Ejército israelí bombardeaba el Líbano durante la guerra contra Hizbulá del 2006, la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, presentó en Tel-Aviv un plan para crear "un nuevo Oriente Próximo". La idea de la Administración de Bush consistía en fomentar la inestabilidad con el uso de la violencia para forzar un realineamiento de fuerzas en la región que hundiera a Irán y sus aliados. "Lo que estamos viendo aquí son los dolores del parto de un nuevo Oriente Próximo", dijo Rice refiriéndose a la masiva destrucción causada en el Líbano. El plan nunca llegó a completarse porque Irán acabó siendo el actor más beneficiado del desastre de Irak, pero los ecos de aquella estrategia vuelven a resonar en la Casa Blanca.

Desde que Donald Trump abandonara unilateralmente el acuerdo nuclear con Teherán en 2018, su Administración no ha dejado de dar pasos hacia una peligrosa confrontación con Irán. Los movimientos de las últimas semanas han alarmado a los europeos, conscientes de que cualquier error de cálculo podría desatar una guerra en la que no quieren participar. "Estamos muy preocupados por el riesgo de que se desate un conflicto de forma accidental, con una escalada que no sea intencionada", dijo el lunes el ministro de Exteriores británico, Jeremy Hunt, después de que su colega estadounidense, Mike Pompeo, se presentara por sorpresa en Bruselas para pedirles a sus socios que apoyen la estrategia estadounidense de "máxima presión contra Irán".

Casi al mismo tiempo, España ordenó a su fragata Méndez Núñez desligarse del grupo de combate 'USS Abraham Lincoln' al que acompañaba y que se dirige al Golfo Pérsico. El Lincoln tiene capacidad para trasportar a 6.000 marines, además de cazas y helicópteros de combate. Pero no está solo. En las últimas semanas el Pentágono ha apostado cazabombarderos B-52 en su base de Qatar, frente a las costas iranís, y ha anunciado el envío inminente a la región del buque anfibio 'USS Arlington', cargado con baterías de misiles Patriot.

INFORMACIÓN DE INTELIGENCIA

La Casa Blanca sostiene que son medidas puramente defensivas para responder a las señales detectadas por sus servicios de inteligencia, que supuestamente habrían descubierto que Irán y sus satélites están incrementando su preparación para atacar a las fuerzas estadounidenses en la región.

No se han presentado pruebas al respecto, pero en Washington empiezan a aflorar planes para una hipotética guerra. El jueves pasado se reunieron en la capital los principales mandos del Ejército, la inteligencia y la Administración para discutir planes de contingencia, según 'The New York Times'. El plan contemplaría el envío de 120.000 militares a Oriente Próximo en caso de que Irán ataque a las fuerzas estadounidenses o reanude su trabajo para fabricar armas nucleares. La línea dura está siendo liderada por el asesor de seguridad nacional, John Bolton, quien ya encabezó los esfuerzos para bombardear Irán en los años de Bush y abogó por forzar un cambio de régimen antes de ser fichado por Trump.

En todo caso las divisiones en el seno de la Administración son profundas y no está claro que el presidente esté por la labor, teniendo en cuenta de que ha sido muy crítico con las guerras de los neocon en Oriente Próximo y que está tratando de sacar a sus tropas de Siria y Afganistán. Pero tanto Israel como Arabia Saudí llevan años buscando el ajuste de cuentas con los ayatolás y la Administración de Trump se ha convertido prácticamente una subcontrata de ambos países.

El margen para los errores de cálculo es inmenso. Y también para la búsqueda de pretextos. La semana pasada Irán anunció que incrementará el enriquecimiento de uranio y el almacenamiento de combustible nuclear si las grandes potencias no encuentran una fórmula para mantener vivo el acuerdo del 2015 en 60 días.

ECONOMÍA HUNDIDA

Desde que EEUU reanudó las sanciones en agosto, su economía se ha hundido. Sus exportaciones de petróleo han caído a la mitad y aunque europeos, asiáticos y rusos quieren mantener la vigencia del pacto buscando fórmulas creativas, Washington está dispuesto a sancionar a sus empresas si no aíslan completamente a Teherán, que ha quedado excluido nuevamente del sistema bancario internacional.

En medio de la renovada tensión, se han producido varios incidentes misteriosos en el Golfo Pérsico. Esta misma semana dos petroleros saudís, uno noruego y otro emiratí sufrieron algún tipo de ataque o sabotaje mientras navegaban por el estrecho de Ormuz, por el que transita al menos una cuarta parte del crudo mundial. Irán ha negado su implicación y los incidentes se están investigando, pero sus consecuencias podrían ser explosivas porque desde los años 70 EEUU se arroga el papel de garante de la libre circulación por el estrecho. Hace unas semanas un alto cargo militar iraní dijo que su país cerraría el estrecho si se impide a Teherán utilizarlo.

No se descarta que los ataques contra los petroleros puedan ser de bandera falsa, una suerte de pretexto para acusar a Irán y crear un 'casus belli'. No sería la primera vez que EEUU fabrica incidentes para ir a la guerra. La guerra de Cuba contra España o el Golfo de Tonkin (Vietnam) son algunos ejemplos. De lo que no hay duda es que un conflicto contra Irán podría ser devastador, no solo por su entidad como enemigo o por la importancia del petróleo del Golfo para la economía mundial. Teherán tiene estrechos aliados en Siria, Líbano, Irak, Yemen, Palestina.