En la guerra comercial que Donald Trump ha abierto entre EEUU y la UE se ha alcanzado una frágil tregua, pero la tensión transoceánica tiene otros frentes abiertos, de las políticas migratorias y las relaciones con Rusia a las contribuciones a la OTAN. Ahora la brecha se profundiza con las diferencias en otro frente: Irán.

Un minuto después de la medianoche del martes, 90 días después de que Trump anunciara que EEUU abandonaba el pacto multilateral firmado en 2015 por Barack Obama y por el que se puso freno al programa nuclear militar de Teherán, entraron en vigor un primer paquete de sanciones económicas y comerciales reimpuestas por Washington.

Unas horas más tarde, a las cinco y media de la madrugada, Trump advertió en Twitter de que «cualquiera que haga negocios con Irán NO los hará con EEUU». En su mensaje también aseguró que busca la «paz mundial, nada menos». Esa búsqueda claramente no va por buen camino. Porque desde Nueva Zelanda la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, aseguró que en Bruselas están «animando a pequeños y medianos empresarios particularmente a incrementar sus negocios con y en Irán».

Las palabras de la italiana llegaron un día después de que ella y los responsables de Asuntos Exteriores de Reino Unido, Francia y Alemania (que junto a EEUU, Rusia y China firmaron en 2015 el acuerdo) emitieran un comunicado conjunto «lamentando profundamente» la decisión de Trump de reimponer sanciones y declarándose «determinados a proteger operadores económicos europeos que tienen negocios legítimos con Irán». También decidieron reactivar un «estatuto de bloqueo» que pretende dar un paraguas legal a compañías europeas, incluyendo la opción de que puedan demandar a EEUU por interferencia. Algunas empresas europeas han tomado nota de las amenazas de Trump. La automovilística alemana Daimler AG anunció ayer que congela sus actividades en Irán. Aunque las definió de «muy limitadas», argumentó que lo hace por las sanciones. Ya antes Peugeot y Airbus habían dado pasos similares. Más allá de esas decisiones del sector privado, no obstante, lo que está claro es que se ha abierto otra vía para el choque entre EEUU y sus aliados. Porque los dos apelan a la seguridad nacional para explicar sus posturas respecto al pacto con Teherán, pero divergen en cómo seguir hacia delante.

Europa insiste en que Teherán ha cumplido hasta ahora su parte del acuerdo, que era congelar el programa nuclear militar hasta 2030, algo que también ha constatado la Agencia Internacional de Energía Atómica. Mogherini recordó que el comercio es un aspecto fundamental del pacto y que los iranís deberían poder sacar partida económica de ese cumplimiento. Y lanzó un dardo a Trump, asegurando que los beneficios que tendría también para el pueblo iraní sería «en interés de seguridad del mundo. Si hay una pieza de acuerdos internacionales de no proliferación nuclear que funciona debe mantenerse», añadió. Para Trump, en cambio, el pacto era «horrible» y lo importante es renegociarlo para incluir también pruebas de misiles balísticos y compromisos del régimen iraní, al que acusa de ser «el mayor esponsor estatal de terrorismo».

«Esto muestra una vez más porque los europeos debemos reforzar nuestra política extranjera para ser capaces de formar relaciones con Oriente Próximo independientemente de EEUU», dijo el exprimer ministro belga Guy Verhofstadt, líder en la Eurocámara de los liberales y Demócratas por Europa.