George Bush, el 43º presidente de Estados Unidos, tiene hoy martes, 2 de noviembre del 2004, una cita con la historia. Si gana al senador John Kerry se convertirá en uno de los pocos presidentes que habrá alcanzado la reelección y se autoconvencerá de que sus polémicas políticas han sido las correctas.

La duda, en caso de que gane, es evidente: ¿radicalizará el apoyo popular su postura? Respaldado por sus ciudadanos, ¿qué hará en Irak? ¿Cómo negociará la tensión creciente con Corea del Norte e Irán? ¿Reducirá aún más las libertades civiles de su país? ¿Intentará mejorar las relaciones con Europa?

Hoy mismo, mientras millones de estadounidenses están emitiendo sus votos, Bush está convencido de que conseguirá mantenerse en el poder, de que conseguirá otros cuatro años, sus four more years .

La influencia del poder

El Bush que evalúan hoy los electores es muy distinto al hombre aparentemente campechano que llegó a Washington en el año 2001, después de unas elecciones escandalosas en las que una decisión del Tribunal Supremo le dio la victoria sobre el engreído y confiado Al Gore. El Bush de hoy sabe perfectamente lo que significa Washington, la Casa Blanca y el poder absoluto. El lo ha ejercido, y a sus 58 años, le gusta más que cualquier otra cosa en la vida.

La victoria de George W. Bush significará también una victoria de los Bush, una familia de multimillonarios dedicados a la política que, con un nuevo triunfo en la Casa Blanca, pasarán a convertirse en una dinastía política con mucho más poder que el que los Kennedy jamás pudieron llegar a imaginar.

En los últimos días de campaña, Bush ha tenido, a juicio de la mayor parte de los analistas, un revulsivo para su política: el vídeo amenazante de Osama bin Laden. A diferencia de lo que ocurrió en España en el 11-M, cuando las dudas generadas por el Gobierno acerca de la autoría del atentado terminaron por estrangular las opciones del Partido Popular, en EEUU la situación es muy diferente.

La amenaza de OBL, como se denomina al saudí en los más altos círculos del poder de Washington, es real e inequívoca, y atemoriza a muchos norteamericanos. Bush es el guardián de esos ciudadanos temerosos y ha sabido jugar con el temor del electorado. Ha ofrecido durante la campaña una imagen agresiva, chulesca, que a la larga ha llegado más a los temerosos que las promesas de Kerry de legitimidad en la lucha contra el terrorismo.

Buen comunicador

Bush ha vendido perfectamente su imagen. La lucha en las urnas es hoy un pulso electoral entre un patricio de la elitista y liberal raza de políticos de Nueva Inglaterra contra un hombre que nació en Connecticut, pero que creció y se hizo hombre en Tejas, la tierra de los cowboys y de los petroleros.

"Me dicen que soy un chulo, pero en Tejas a eso lo llamamos andar". El chiste de Bush en la convención republicana del pasado verano es una declaración de intenciones.

Disléxico, exalcohólico, sin una cultura demasiado amplia, cobarde cuando le tocó defender a su país con su propia sangre, hasta el punto de que permitió que su familia alterara su carrera militar, Bush está hoy en condiciones de ganar.

La primera página ayer del diario USA Today mostraba los sondeos en los seis estados clave. Bush empataba con Kerry en el cómputo total (49%). El presidente ganaba en Pensilvania (50 a 46); Wisconsin (52 a 44) y Iowa (48 a 46). Kerry le batía en los estados de Florida (50% a 46%) y Minnesota (52 a 44).

Este es el panorama. Bush es el favorito. Veremos si los ciudadanos tienen el impulso final de dar el golpe de timón y pedir un cambio en las políticas de la presidencia y un nuevo estilo que permita a EEUU volver a ser una nación respetada y envidiada por sus aliados.

Richard Stevenson, un reportero del New York Times que ha seguido de cerca a Bush durante estos últimos días, explicaba ayer en su diario que Bush está cansado, pero que su deseo de victoria le ha dado una energía extra. En su reportaje, Stevenson citaba una escena que explica mejor que ninguna otra cosa el estado en el que se encuentra el presidente en estos momentos.

De buen humor

Cuenta Stevenson que Karen Hugues, confidente y consejera de comunicación de Bush, le comentó dos frases significativas de éste.

"¿Tú crees que John Kerry está satisfecho consigo mismo?", le preguntó el presidente.

La consejera le contestó: "¿Qué quiere decir?".

Bush acabó con la conversación diciendo: "Bueno, quiero decir... que me lo estoy pasando muy bien".

Pero hoy no sólo se vota a Bush. Se elige también un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes. Se podría dar el caso, muy improbable, de que los ciudadanos le votaran a él, pero que la Cámara registrara un giro demócrata. De producirse eso, la situación podría ser muy diferente.

El nuevo Congreso

Con un Congreso más demócrata, las políticas de Bush deberían ser más pactistas. Debería controlar su agresividad y quizá Bush, sabiendo que no controla el 100% de las decisiones, como ha sucedido hasta ahora, podría dar un giro a su política y pensar más en lo que la historia diga de él que en seguir sus impulsos.

No cabe ninguna duda de que Bush ha sabido calar entre gran parte de esta nación americana. Su sentido del humor, sus andares, su pasado --el de un perdedor abrumado por la perfección de su padre que acaba sobreponiéndose--, sus promesas de dejar el alcohol para conservar a su mujer, Laura...

Bush es popular entre los suyos. Supo unir a este país después del 11-S. Muchos piensan ahora que después equivocó el rumbo de su política al obsesionarse con Sadam Husein y esa obsesión ha metido en el atolladero de Irak a miles de jóvenes que están dejando sus vidas en aquel alejado país y ha dividido al suyo propio.