Ninguneado por los electores después de ocho años de exilio en la oposición, el Partido Conservador británico se reúne estos días en Bournemouth (sur de Inglaterra) sin esperanza alguna de retornar al poder. La que fue una de las grandes formaciones políticas europeas del siglo XX agoniza lentamente, cada día un poco peor. A pesar de las dificultades del primer ministro, el laborista Tony Blair, la derecha sigue perdiendo votantes.

De nada ha servido el cambio de líder el pasado otoño. El nombramiento de Michael Howard, un hombre de la vieja guardia, identificado con la era Thatcher, se ve ya como un nuevo error. En un sondeo del lunes de la BBC, sólo el 12% de los británicos creen que Howard llegará a ser primer ministro. Con esta desoladora perspectiva --no es el único sondeo adverso--, en su primer y quizá último discurso como líder, Howard retornó ayer al pasado.

Orador mediocre, su mensaje, ante una audiencia apática y realista, se mantuvo en la línea de la mejor tradición tory . Antieuropeísmo, un mayor control de la inmigración, mano dura con la delincuencia y una vaga promesa de reducir los impuestos "cuando sea posible" fueron los puntos fuertes de un mensaje que nada tuvo de alternativa de Gobierno, a pocos meses de las elecciones generales.

DOS DERROTAS Después de dos desastrosas derrotas en las urnas a escala nacional la pasada primavera y un humillante cuarto puesto en la reciente elección de un escaño en la localidad inglesa de Hartlepool, el peligro de que los tories se vean sobrepasados por los liberaldemócratas parece cada vez más plausible.

NUEVO ´PATROCINADOR´ La única alegría hasta ahora para los militantes conservadores en Bournemouth llegó del multimillonario euroescéptico Paul Sykes, que amasó su fortuna exportando coches y autobuses de segunda mano.

El empresario inglés, que había donado dos millones de euros al Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), anunció ayer que retira la financiación de este grupo político y que ahora apuesta por los conservadores, con "mejores políticas anti-Bruselas". La decisión es un alivio para los tories , que veían en el UKIP un peligro para algunos de sus escaños más inciertos.