Con la rúbrica, ayer, de Erdogan como presidente del país, Turquía ha cambiado definitivamente de sistema parlamentario a sistema presidencialista, con un presidente con poderes ejecutivos casi ilimitados. A partir de hoy, Recep Tayyip Erdogan, al mando del país desde el 2003, será jefe del Estado y de Gobierno, podrá destituir y nombrar jueces a dedo, elegir y echar ministros y gobernar por decreto.

Llevaba siendo su objetivo desde hacía años y al fin lo ha logrado: Erdogan es plenipotenciario. Hace un año, unos meses después del intento de golpe de Estado fallido, el Gobierno islamista propuso un referéndum para cambiar la Constitución y darle más poderes al presidente, hasta entonces una figura simbólica como jefe de Estado. Erdogan lo ganó con un ajustado margen del 51%. El primer paso estaba dado pero faltaba el segundo: ganar las elecciones. Lo consiguió hace dos semanas, en unos comicios que se preveían los más ajustados de la carrera política de Erdogan pero que el presidente turco ganó en las urnas con comodidad. Turquía es ahora más de Erdogan que nunca.

Este domingo el país aún no había pasado a la nueva era pero estaba a punto. Con un solo decreto, el Gobierno destituyó de golpe a 18.000 funcionarios, acusados de pertenecer a la cofradía de Fethullah Gülen. Este clérigo y teórico del islam, líder de un movimiento clandestino prohibido en Turquía, es considerado un terrorista por Ankara y responsable del intento de golpe de Estado del 15 julio del 2016.

ESTADO DE EMERGENCIA / Desde entonces, en Turquía ha reinado un estado de emergencia que ha servido para despedir a 160.000 funcionarios -policías, jueces, militares, administrativos, maestros y profesores universitarios-, detener a 60.000 personas y cerrar periódicos, televisiones, universidades, escuelas, centros de reunión, residencias estudiantiles, aplicaciones de móvil… Todo lo que huela a Gülen -enemigo número uno, aliado del presidente Recep Tayyip Erdogan hasta el año 2012- ha sido fulminantemente prohibido.