La democracia es como un tranvía: cuando llega tu parada, te bajas». Veintiún años después, ante los resultados del referéndum turco que daban vía libre a sus ambiciones presidencialistas, Recep Tayyip Erdogan habría de recordar aquella lejana entrevista en la que pronunció la premonitoria frase, todavía como alcalde de Estambul. Porque con el 51,3% de los apoyos (según los datos ofrecidos por la agencia oficial de noticias Anadolu) a las reformas constitucionales que ampliarán los poderes ejecutivos del jefe del Estado, le permitirán legislar a golpe de decreto y aumentarán su influencia sobre la judicatura. La oposición turca asegura que su democracia ha llegado, efectivamente, a la última estación.

«Hoy empieza una monarquía. Pero una monarquía sin gente de ascendencia noble», criticó con desdén elitista Gunus, un contable de 26 años que votó por el no en el barrio estambulí de Cihangir y que, con este resultado, tratará de irse a otro país a buscarse las habichuelas. La emigración es una opción muy popular entre los detractores del presidente turco, a quienes la sola idea de que Erdogan pueda llegar a presidir el país eurasiático hasta el 2034 les revuelve el estómago.

«Turquía ha tomado una decisión histórica», dijo Erdogan en Estambul tras conocer la victoria, según unos resultados que el mandatario consideró «no oficiales». Asimismo, el jefe de Estado dijo que, «con el permiso de Alá», Turquía no encontrará más obstáculos delante.

«NO HAY PERDEDOR»/ Por su parte, el primer ministro, Binali Yildirim, celebró la victoria y la futura supresión de su cargo: «No hay perdedor: el ganador es Turquía. Es la hora de la solidaridad y la unidad y de ser una sola Turquía. Estamos contentos de estar alineados con la voluntad nacional». Sin embargo, los opositores Partido Republicano Popular (CHP, socialdemócrata laico) y Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, pro-kurdo e izquierdista) denunciaron irregularidades durante las votaciones y afirmaron que se impugnarán parcialmente los resultados.

Una mayoría simple ha bastado para aprobar el paquete de 18 enmiendas a la Constitución turca (de 1982) que transformarán el país en una república presidencialista, ampliarán el número de diputados hasta los 600, reducirán la edad mínima para optar a un escaño a los 18 años, suprimirán el cargo del primer ministro (la presidencia absorbe sus funciones) y -según los críticos- crearán un panorama carente de sistemas de contrapeso y con mecanismos harto improbables para rendir cuentas.

El ejemplo más claro quizá se encuentre en el sistema judicial. Con las reformas, el equivalente turco al Consejo General del Poder Judicial pasará a tener 13 miembros, el presidente podrá pertenecer a un partido político y las elecciones legislativas y presidenciales se celebrarán en la misma jornada a partir del 2019, con lo que es muy posible que Parlamento y presidente sean del mismo color.

De los 13 miembros, el jefe del Estado designará a cuatro, más presidente y vicepresidente, que serán el Ministro del Interior (nombrado por el presidente) y su segundo. Los siete miembros restantes serán elegidos por el Parlamento, de más que probable mayoría del partido del mandatario elegido. El caso del Tribunal Constitucional -el único órgano capaz de juzgar al jefe de Estado- es igualmente llamativo: de 15 miembros, el presidente elegirá 12 y el parlamento, tres.

LA PENA DE MUERTE / Preguntado por la falta de estos mecanismos de control en un reciente encuentro con la prensa, el presidente de la Comisión Constitucional y diputado por Estambul del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista), Mustafa Sentop, afirmó que la legitimidad venía dada por las urnas. Y apoyó un supuesto no contemplado en las reformas, pero que seguramente se pondrá sobre la mesa en breve: la pena de muerte, cuya reintroducción (se suprimió como condición para comenzar el proceso de adhesión a la Unión Europea) se ha debatido ampliamente desde el fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio.

La participación, que en teoría beneficiaba a la campaña del no, fue de más de un 85%, pero no la suficiente como para contentar a gente como Emre Göztürk, un estudiante de ingeniería que se opuso en las urnas a las reformas: «Yo votaría que sí a un sistema presidencialista como el de Estados Unidos, pero lo que proponen no lo es. El presidente tendrá mucho poder (ejecutivo) e influencia sobre el sistema judicial», comentó a este diario en las primeras horas de la jornada electoral que, en general, transcurrió con calma.