La estatua de Lenin con una mano en el bolsillo y la mirada reconcentrada en el horizonte que preside la plaza homónima en Hanói tiene el mismo aroma a naftalina que el retrato de Mao de la plaza de Tiananmen pequinesa. Son fósiles revolucionarios reducidos a su dimensión más banal y atropellados por los tiempos. Los adornos florales sirven de fondo para las fotos de varias mujeres con sus vestidos tradicionales. Tres jóvenes patinan con la gorra calada hacia atrás sin ningún interés en atender cuestiones sobre el comunismo ni la influencia del pensador ruso en Ho Chi Minh.

De ese pragmatismo vietnamita se espera que aprenda Corea del Norte. Asegura el optimismo reinante que la elección de Hanói para la segunda cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un revela el interés de éste en copiar la receta liberal vietnamita para resucitar la economía sin sacrificar el poder.

Vietnam es el milagro económico desconocido de Asia. Emprendió las reforma en 1986, adelantándose un año a la perestroika soviética. Liberalizó los mercados, permitió la venta de excedentes, atrajo la inversión extranjera, se abrió al mundo y desplazó la toma de decisiones hacia el politburó porque equivocarse en consenso es más difícil. Aquella decrépita economía es hoy una de las más vigorosas del continente.

UNA EXCEPCIÓN EN ASIA

Frecuenta los crecimientos anuales del 7% y está completando con éxito la delicada transición de un modelo de manufacturas que se beneficia de los bajos salarios a otro de productos tecnológicos y de valor añadido. La renta per cápita vietnamita en 1985, como la norcoreana actual, suponía un 1% de la de EEUU. Los 95 dólares de 1990 crecieron hasta los 2.342 dólares (2.056 euros) de 2017. Exporta a todo el mundo. Vende más a EEUU que a China, una excepción en Asia, lo que le ha permitido eludir la dependencia con Pekín e incluso plantarle cara en disputas territoriales.

«Los norcoreanos podrían aprender cómo crear un crecimiento económico a través de instrumentos como las zonas económicas especiales y cómo compatibilizar un gobierno autoritario de partido único con cambios económicos», dice Benjamin Katzeff Silberstein, coeditor de la web North Korea Economy Watch.

El proceso es conocido en el mundo comunista: un Gobierno paternalista ya no puede cubrir las necesidades de su población y debe elegir entre dejarla morir o abrir la mano. Kim Jong-un ha legalizado medio millar de mercados y aprobado reformas que remiten a la hoja de ruta china. Pero son tímidas e ineficaces contra las sanciones económicas.

Vietnam y China han desmontado la teoría de que sólo las democracias liberales traen el esplendor económico. Eso es lo que el mundo espera que interiorice Pionyang.