A la hora prevista, el espía atómico, Mordejai Vanunu, encaró a media mañana de ayer las puertas de la cárcel de Shikma, en Ashqelón, al sureste de Israel, para recuperar la vida que dejó en un apartamento franco en Roma el 30 de septiembre de 1986. Una salida que a punto estuvo de no producirse, ya que Vanunu no había cumplido una de las cláusulas: informar sobre su futura dirección. Finalmente, ésta fue notificada por uno de sus hermanos, Meir Vanunu, lo que permitió su liberación.

Con gesto duro, nervioso ante la posibilidad de explicar su calvario públicamente por primera vez en 18 años, este israelí de ascendencia marroquí y convertido al cristianismo, salió haciendo el signo de la victoria y declaró que se sentía "feliz" y "orgulloso de haber revelado que Israel poseía armas nucleares".

OPORTUNIDAD DE HABLAR Vanunu --que tiene prohibido conceder entrevistas-- aprovechó para hablar en la que quizá será su última oportunidad en mucho tiempo. Se expresó en inglés y se negó a utilizar el hebreo. "No me dejan hablar con extranjeros", dijo a los periodistas, antes de denunciar que ha recibido "tratos bárbaros y crueles" del Mosad tras su secuestro en Roma.

El espía atómico, como se le conoce en Israel, salió impecablemente vestido de la que fue su casa en los últimos 18 años y medio, y dijo que "no hay más secretos que contar", en un mensaje dirigido especialmente a unos servicios secretos que lo consideran un arma letal para la seguridad del Estado de Israel. El científico exigió una inspección internacional del reactor de Dimona y recordó que su libertad "estará limitada".

Al espía atómico lo estaban esperando a su salida de prisión centenares de pacifistas de 14 países, grupos de apoyo israelís y sus padres adoptivos, un matrimonio de Estados Unidos. La euforia sólo se vio interrumpida por las consignas de grupos de la derecha nacionalista hebrea, que le recibieron al grito de "traidor".

A LA IGLESIA Tras su alocución, este preso histórico de Israel fue introducido en un coche conducido por su hermano y escoltado por miembros del Shin Beth (servicio de seguridad interior) y de la policía. El vehículo se dirigió a la iglesia anglicana de Jerusalén, donde se celebró una liturgia de acción de gracias y de donde partió con rumbo desconocido.

Pero su liberación sigue generando todo tipo de reacciones y el ministro de Justicia hebreo, Yosef Lapid, advirtió de que el Gobierno de Israel seguirá observando con detalle todos los pasos de Vanunu, pues es "un diablo empeñado en hacer todo el daño posible".