Berlín estrenó el pasado fin de semana un nuevo estadio que ha costado a los contribuyentes 240 millones de euros. Se ha usado el mejor material para instalar el sistema más moderno de luces y altavoces. La luz natural penetrará en el campo gracias a unas membranas translúcidas y un borde de cristal que rodea el césped y está colocado sobre la mejor pista de velocidad.

El estadio es el último grito en lo que se refiere a campos deportivos. Tiene un pabellón subterráneo de precalentamiento, varios palcos VIP, un fantástico garaje bajo tierra y hasta una moderna cárcel donde se recluirán a los hooligans . "Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda", confiesa a este diario Max Wolf, un estudiante de Medicina que se gana la vida conduciendo un taxi por Berlín. "Los fantasmas de la dictadura nazi estarán siempre presentes, jamás morirán", afirma.

La tribuna de honor

Pero el nuevo estadio es, en verdad, el viejo Estadio Olímpico de Berlín reformado, el mismo donde se inauguraron los Juegos de 1936 con una ceremonia presidida por los jerarcas nazis, con Adolf Hitler a la cabeza. Los Juegos que los nazis le robaron a Barcelona, que después no pudo organizar una contraolimpiada por la guerra civil.

Los poderosos que asistieron el pasado fin de semana a la inauguración pudieron visitar el Führerloge , el salón vip de Hitler. Se acomodaron en la Tribuna de Honor, que se conserva igual a como era entonces, con la piedra natural que quisieron colocar Hitler y sus arquitectos, Walter y Werner March. No ha sido una casualidad. "Nuestra tarea consistía en conservar el máximo de la forma más original", afirma Alexander Görbig, de la firma constructora Walter Bau. Recuerda luego, no se sabe si a modo de disculpa, que el estadio es un monumento histórico y que las normas alemanas son muy estrictas.

Pero las cosas van todavía más lejos. Las autoridades decidieron asumir "de forma ofensiva" el pasado del estadio y autorizaron la instalación de un total de 35 letreros de la mejor calidad para resaltar los lugares donde estuvo Hitler, para explicar de esta manera las presentes esculturas nazis o las partes del estadio impregnadas con la historia negra del campo.

Según las autoridades, "esto se hace pensando en los turistas", y para "demostrar que no se oculta la historia", asegura el catedrático Hans-Joachim Treich, profesor de Historia del Deporte en la Universidad de Potsdam.

Línea recta

Pero resulta curioso que la reforma mantuviera la línea arquitectónica especialmente en un punto, el llamado Führerprinzip , una línea recta, que divide el campo por el centro y representa el pensamiento nazi y de Hitler. Hay que salir afuera para encontrar una alusión al gran protagonista de los Juegos Olímpicos del 36. La calle del metro lleva el nombre de Jesse Owens, el atleta negro que batió o igualó, el mismo día, cinco marcas mundiales ante la mirada incrédula del Führer . Hitler se negó a premiar al atleta estadounidense.

El estudiante Wolf, de vuelta con su taxi al centro de Berlín, apunta con el dedo hacia donde estaba el Campo de Mayo de Hitler, usado para los grandes desfiles nazis y "como parte del culto a la muerte", afirma. También muestra la campana de bronce que marcaba la hora olímpica. La campana, que cayó al suelo en 1947, fue colocada de nuevo en su lugar y, en ella, todavía se puede ver con claridad la esvástica de los nazis.

Los reconstructores han destinado más de un millón de euros en las placas que recuerdan los pasos de Hitler, pero han olvidado levantar un monumento a Jesse Owens, el héroe real.