Los 321 muertos y más de 500 muertos en Sri Lanka son la factura por la masacre en dos mezquitas de Nueva Zelanda el mes pasado. Es la teoría que maneja el Gobierno ceilandés, que hizo públicas ayer sus sospechas poco antes de que el Estado Islámico asumiera en un comunicado la autoría de los ataques.

Las investigaciones preliminares sugieren que la cadena de explosiones en iglesias y hoteles de Sri Lanka «se hizo en represalia por el ataque a musulmanes de Christchurch», aseguró ayer Rujan Wijewardene, ministro de Defensa, en el primer pleno parlamentario tras los atentados. No aclaró en qué apoya esa presunción que es compatible con la enfermiza lógica de agravios que mueve al extremismo religioso pero que chirría con la larga preparación que precisan unos atentados tan sofisticados como los del domingo. Requieren la elaboración de explosivos, pisos francos, el adiestramiento de los suicidas y la compañía para evitar deserciones de última hora... Los expertos hablan de meses y no de las cinco semanas que separan Sri Lanka de Nueva Zelanda.

El ministro también apuntó a una segunda organización extremista, Jammiyathul Millathu Ibrahim. El lunes había acusado al National Thowheeth Jamaat (NTJ), un grupúsculo radical conocido por su pedestre vandalismo contra símbolos budistas. Su líder, Mohammed Zaharan, exigía la muerte de infieles en inflamadas arengas por internet pero no se les conocía ninguna acción terrorista. El portavoz gubernamental, Rajitha Senaratne, juzgó improbable que una «organización tan pequeña» pudiera diseñar y ejecutar una acción de tal magnitud.

CAUTELAS

Por su parte, el Estado Islámico reivindicó la autoría del atentado. La asunción permite las dudas. Por un lado, llegó desde la habitual agencia Amaq y confirmaría la ayuda externa. Por el otro, este grupo se ha atribuido antes otros atentados ajenos o simples accidentes, no ha aportado esta vez ninguno de los vídeos al uso donde los terroristas juran su lealtad eterna antes de inmolarse. Fuentes de inteligencia estadounidense ya habían subrayado los patrones del Estado Islámico en los atentados de Sri Lanka pero se habían mostrado cautos por la demora.

Agentes del Reino Unido, de la Interpol y del FBI se han desplazado a Sri Lanka para profundizar en las investigaciones. Los detenidos han subido de 24 a 40. El escrutinio de las cámaras ha permitido ver a uno de los suicidas con una mochila a la espalda en una iglesia. El sospechoso da una cariñosa palmada en la espalda a un niño antes de detonar el explosivo. Murieron 45 niños, según la ONU. Fuentes policiales desvelaron ayer que los autores de los ataques a dos hoteles eran una pareja de hermanos e hijos de un rico comerciante de Colombo, según la agencia France Press. Otro atentado planeado a un cuarto hotel fracasó, no se sabe si por un fallo del dispositivo o porque el terrorista cambió de idea. Horas después se voló por los aires cuando era perseguido por la policía.

Las investigaciones avanzan en paralelo a la estupefacción por el pasotismo de las fuerzas de seguridad ante la alerta de probables atentados recibida 10 días antes. El documento era conciso: señalaba al grupo NTJ e identificaba a seis sospechosos que planeaban ataques suicidas en «importantes iglesias». La alerta fue firmada por el subinspector de policía e iba dirigida a los directores de cuatro agencias de seguridad nacional con la petición de que extremaran la atención.