Cuando se cumple un mes del asalto a la ciudad filipina de Marawi por combatientes leales a Estado Islámico (EI), las calles de esta ciudad filipina siguen siendo escenario de enfrentamientos entre el Ejército y los yihadistas, que aún mantienen cuatro distritosbajo control. Ni los bombardeos aéreos, ni las operaciones militares terrestres han conseguido poner punto final a un asalto que se ha cobrado hasta ahora más de 350 vidas: las últimas cifras hablan de 268 extremistas, 66 militares y 26 civiles muertos. Además, ha provocado unos 200.000 desplazados y el temor a que el conflictivo al sur de Filipinas se perfile como nuevo enclave de Estado Islámico en el Sudeste Asiático, ante el asedio al "califato" en Irak y Siria.

Las imágenes que llegan de Marawi muestran un escenario de calles desiertas y edificios destruidos, especialmente en el antiguo distrito comercial de la ciudad, una de las pocas de mayoría musulmana en la católica Filipinas. Aunque la mayor parte de los habitantes pudo abandonar Marawi en los días posteriores al asalto, el Ejército calcula que entre 300 y 500 civiles siguen aún atrapadosen los barrios tomados por los yihadistas, sin posibilidad de recibir ayuda humanitaria. El temor a los ataques aéreos, a las balas de los francotiradores o a ser capturados como rehenes mantiene a los vecinos encerrados, sin agua corriente ni electricidad desde hace días. Los militares avanzan lentamente por el terreno, inspeccionando edificio por edificio para retirar explosivos colocados por los combatientes y marcar con signos visibles aquellos lugares despejados.

ARMAS ALMACENADAS

Los combates en Marawi comenzaron el 23 de mayo, cuando entre 400 y 500 yihadistas irrumpieron en la ciudad, quemaron edificios y capturaron varios rehenes en una operación planificada con tiempo: según fuentes militares, los extremistas contaban con armas almacenadas en varios puntos de la ciudad y se desplegaron con una táctica cuidadosamente estudiada. Quizá por eso a las fuerzas filipinas, tomadas por sorpresa, les está llevando más tiempo de lo previsto liberar la ciudad: los plazos que se autoimpusieron para derrotar a los yihadistas -dos semanas, tres semanas, cuatro semanas- se han ido incumpliendo uno tras otro. En declaraciones a medios locales, algunos de los soldados heridos trasladados a Manila reconocían su falta de experiencia en combates urbanos: en la sureña y conflictiva isla de Mindanao, a la que pertenece Marawi, las tropas del Ejército están más acostumbradas a combatir en zonas rurales y montañosas que en las calles de la ciudad.

En las localidades vecinas a Marawi, unas 40.000 personasrefugiadas en escuelas, centros deportivos o edificios públicos se preparan para pasar el fin de Ramadán, este lunes, lejos de sus casas. Organismos como la Cruz Roja han expresado su preocupación por que la temporada de lluvias que comienza ahora facilite la propagación de enfermedades en estos lugares, saturados y en condiciones precarias. El resto de los vecinos que han huido de Marawi se ha trasladado temporalmente a viviendas de familiares o conocidos, según las autoridades. Para todos ellos la vuelta a casa parece algo lejano, ya que buena parte de la ciudad está destruida y la eventual rehabilitación de los edificios se presenta como una ardua y larga tarea. El presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha prometido invertir 10.000 millones de pesos (casi 180 millones de euros) para reconstruir esta ciudad que, situada a orillas del lago Lanao, era el principal centro urbano de la provincia de Lanao del Sur.

Buena parte de los combatientes de Marawi son miembros del grupo radical islámico Maute, relativamente pequeño y que, hasta hace poco, pasaba bastante desapercibido en las noticias nacionales. Maute toma su nombre de sus fundadores, los hermanos Omar y Abudllah Maute. Ambos eran combatientes del Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI), uno de los grupos armados más antiguos de los que operan en Mindanao. Los Maute se escindieron del FMLI para crear una facción mucho más radical y adherida a los preceptos de Estado Islámico, y han aglutinado en torno a ellos a otros grupos de ideología similar. Se cree que uno de los hermanos, Omar, podría haber fallecido la semana pasada en uno de los bombardeos aéreos en Marawi, según indicó este jueves el jefe del Ejército, el general Eduardo Año.

ALIANZA YIHADISTA

Entre los yihadistas de Marawi también hay miembros de Abu Sayyaf, organización terrorista que, a diferencia de Maute, sí ha ocupado titulares en los últimos años por sus sangrientas acciones: sus miembros han llevado a cabo desde secuestros de extranjeros hasta brutales decapitaciones. Uno de los líderes de Abu Sayyaf es Isnilon Hapilon, en la lista de terroristas más buscados tanto por la CIA como por Manila, y que también se encuentra entre los asaltantes de Marawi.

Se trata de la primera ocasión en que una alianza yihadista ocupa durante tanto tiempo una ciudad en el sur de Filipinas, foco de unconflicto separatista musulmán desde hace más de cuatro décadas. Ello ha supuesto un desafío importante para el presidente Duterte, que se apresuró a declarar la Ley Marcial en Mindanao el mismo día del asalto. La medida, que puede estar en vigor hasta 60 días, ha sido recibida con recelo por grupos defensores de los Derechos Humanos, ya que restringe las libertades civiles y da plenos poderes al Ejército en una región, empobrecida y conflictiva, que cuenta con más de veinte millones de habitantes.