"Hemos ganado cuatro elecciones consecutivas (desde 2005). Esto es histórico, inédito. Hemos enfrentado tantas mentiras pero el triunfo se ha impuesto para continuar con el proceso de cambio", dijo el presidente boliviano Evo Morales en la noche paceña. Pero los datos preliminares ponían en tela de juicio su euforia. Escrutadas provisionalmente casi el 84% de las mesas, el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS) obtenía el 45,71% de los votos contra el 38,16% de Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana, centro derecha). Esos números enviarían a ambos un segundo turno el 15 de diciembre. Si se confirman en los próximos días, Morales deberá enfrentar a una oposición unida que puede complicar seriamente su aspiración de ser reelecto. El ex líder cocalero confiaba en que el voto rural, que suele llegar más tarde a La Paz, le evite ese temido escenario al aumentar la distancia de siete puntos que le lleva a sue escolta. Para imponerse en un primer turno, un candidato debe lograr el 50% más un voto o 40% y diez puntos de diferencia de su inmediato rival. Ninguna de esas circunstancias se daban por el momento y en el Palacio Quemado, la sede del Ejecutivo, la televisión mostró los rostros de preocupación de algunos hombres del Gobierno. Morales y su compañero de fórmula, Álvaro García Linera, abandonaron sus despachos e intentaron llevar calma a los simpatizantes del MAS. "Vamos a esperar hasta el último escrutinio nacional".

El historiador Mesa tiene una añeja rivalidad con "el Evo". Tuvo que dimitir en junio de 2005 a su presidencia interina en medio de intensas movilizaciones lideradas por el que sería el primer presidente indígena de Bolivia meses más tarde. Los comicios de este domingo parecen suponer la posibilidad de una revancha política. "Vamos a salvar la democracia! Hemos logrado un triunfo incuestionable que nos permite decir con absoluta certeza que estamos en segunda vuelta. Nos queda la ruta hacia el triunfo definitivo, esa ruta tiene que estar construida por la unidad, a partir de estos momentos Bolivia tendrá que escoger entre dos opciones", dijo Mesa durante su celebración. "El país conoce exactamente cuál es el camino de la construcción democrática y nuestra invitación, nuestro compromiso, nuestra acción será construir más unidad y estar seguro de contar con la mayoría de las bolivianas y bolivianos que nos den el triunfo definitivo en la votación final que probablemente será en diciembre", añadió.

UNA COALICIÓN ANTI EVO

Si se confirma la tendencia de las urnas, Morales y Mesa se disputarán el 16% de los sufragios que se dispersaron entre los otros competidores. Uno de ellos, el pastor evangélico de origen coreano Chi Hyun Chung, ha dado la gran nota del domingo al alcanzar el 8,77% de las adhesiones con un castellano rústico y una prédica que convierte al brasileño Jair Bolsonaro en un político moderado. Óscar Ortiz, de Bolivia dice NO, captó otro 4,41% y anunció de inmediato su respaldo "sin condiciones" al historiador. Los analistas políticos estiman que Mesa estaría en mejores condiciones de captar los votos de esos aspirantes de sesgo conservador, marcados por un profundo encono hacia la figura de Morales.

En las presidenciales anteriores, el MAS había ganado en ocho departamentos del país. Esta vez, el oficialismo se ha impuesto en La Paz, Cochabamba, Oruro, Potosí y Pando, mientras que Comunidad Ciudadana (CC) logró la mayoría en Santa Cruz, Beni, Chuquisaca y Tarija. Los votos que restan escrutar podrían modificar esa relación de fuerza.

POSIBLES SIGNOS DE DESGASTE

Morales venció en la primera vuelta de las tres competiciones presidenciales anteriores. Luego de 13 años del ejercicio del poder que le dieron a Bolivia estabilidad macroeconómica, una muy baja inflación y una tasa de crecimiento anual cercana al 5% que permitió reducir 30 puntos la pobreza, consiguió un respaldo del 45% del electorado y su partido se ha garantizado la mayoría en el Congreso. Esa cifra representa una victoria pero puede también configurar un límite a sus ambiciones de mantenerse en el cargo si el recuento final confirma el desapego de un sector de su base social tradicional. "Hay una derecha que quiere volver al pasado, pero vamos a seguir todavía", dijo y sus seguidores quieren creerle.