El fallecimiento, en la madrugada de ayer, de uno de los heridos en la explosión de una conducción de gas ocurrida el pasado viernes en una zona industrial del oeste de Bélgica elevó a 16 el número de víctimas mortales. Otras tres personas seguían desaparecidas y de los 120 heridos, 20 estaban en estado muy grave y 8 en situación crítica.

Tras una noche de intensos trabajos, los últimos focos del fuego quedaron controlados durante la mañana de ayer. Los bomberos, acompañados de perros especialmente entrenados, seguían intentando localizar a las personas desaparecidas.

Según los bomberos, que ya comenzaron las labores de desescombro, el trozo de la canalización destrozado por la deflagración fue encontrado a unos 250 metros de distancia. La enorme explosión abrió un cráter de entre 8 y 10 metros de diámetro y de 3 a 4 metros de profundidad.

El rey belga, Alberto II, visitó el lugar de los hechos, en el complejo industrial de Ghislenghien, y mantuvo una reunión con la célula de crisis en la localidad de Ath, en la que participaron los ministros de Interior, Patrick Dewael, Sanidad, Rudy Demotte, y Defensa, André Flahaut. Tras la reunión, el monarca se desplazó a visitar a las familias de algunas de las víctimas y más tarde acudió al cuartel de los bomberos de Ath, que perdió a cinco de sus miembros en el siniestro.

PRUEBAS DE ADN El último de los 16 fallecidos del accidente era un empleado de Diamant Board, cuyo edificio se encontraba junto al lugar de la explosión. Sólo ocho de las víctimas han podido ser identificadas y el secretario comunal de Ath, Marc Duvivier, indicó que la identificación de todas las víctimas podría llevar un cierto tiempo, ya que habrá que realizar análisis de ADN.