El financiero estadounidense Jeffrey Epstein murió ayer en una prisión de Nueva York, donde esperaba para ser juzgado tras haber sido imputado por tráfico sexual y abusos a decenas de chicas menores. La policía confirmó que se suicidó colgándose en su celda del Centro Correccional de Manhattan.

Aparentemente, no era la primera vez que lo intentaba porque el mes pasado, después de que se le denegara la libertad bajo fianza, fue encontrado inconsciente en el suelo de su celda con marcas en el cuello. En el momento de su muerte no estaba inscrito en un programa de vigilancia antisuicidio.

Epstein era un hombre extraordinariamente bien conectado, cercano a Donald Trump y Bill Clinton, así como a una larga lista de celebridades del mundo de la moda, la ciencia, la política y los negocios. Unas conexiones que probablemente le sirvieron en un polémico proceso judicial en el 2008. El multimillonario, de 66 años, aguardaba una nueva cita con los tribunales después de haber sido arrestado a principios de julio cuando regresaba de París en uno de sus jets privados.

La fiscalía del estado de Nueva York le acusó de organizar junto a varios de sus empleados una red de tráfico de menores, las más jóvenes de 14 años. De acuerdo con los documentos judiciales, Epstein las llevaba a su apartamento de siete plantas en Manhattan o a su mansión de Palm Beach (Florida) para que le dieran masajes desnudo, unas prácticas que después derivaban en sexo oral y otros abusos. El financiero, que se declaró inocente de los cargos imputados, se enfrentaba a una pena máxima de 45 años en prisión.