La suerte de los inmigrantes evacuados del campamento de Grande Synthe que esta noche ha sido pasto de las llamas preocupa a las asociaciones y a las autoridades francesas, que buscan con urgencia alojamientos para reubicarlos. De momento, unos 700 han sido trasladados a tres gimnasios habilitados por el Ayuntamiento de esta localidad del norte de Francia próxima a Dunquerque.

Sin embargo, de los 1.500 que albergaba el campo, muchos se han escondido por los alrededores con la esperanza de atravesar el canal de la Mancha y llegar al Reino Unido. “Todavía hay unos 900 desperdigados. Los buscamos por todas partes y muchos parece que se dirigen a Calais”, señala a la prensa local Loan Torondel, de la asociación L’Auberge des migrants. El temor es mayor en el caso de los 120 menores no acompañados censados el pasado 2 de abril, a los que no se ha visto en los gimnasios.

El incendio que arrasó un campamento considerado “ejemplar” cuando se creó hace algo más de un año tuvo su origen en una pelea entre afganos y kurdos, que se saldó con 21 heridos que han sido hospitalizados.

Grande Synthe se levantó en marzo del 2016 en los terrenos municipales de una antigua fábrica de lino, sin apoyo estatal, a iniciativa del alcalde ecologista de la localidad, Damien Careme, y siguiendo los estándares internacionales de los campamentos humanitarios. Su objetivo era trasladar a los 800 refugiados, en su mayoría kurdos iraquíes, que malvivían en Basroch, una zona de chabolas cercana.

Sin embargo, tras el desmantelamiento en octubre de la llamada jungla de Calais, a tan solo 40 kilómetros al oeste, la población de Grande Synthe creció de manera exponencial hasta doblar su capacidad de acogida.

Los 3 millones de euros que costó su construcción a base de cabañas de madera los aportaron Médicos sin Fronteras (2,6 millones) y las autoridades locales. La oenegé se encargó de la logística y gestión de las necesidades sanitarias mientras que la asociación Utopia56 se ocupaba de la organización general.

Meses después el Gobierno llegó a un acuerdo para financiar su mantenimiento hasta el 31 de agosto, recordando que el campamento era sólo una medida provisional mientras se buscaba una solución definitiva.

El pasado mes de marzo, el entonces ministro del Interior, Bruno Le Roux, había anunciado su intención de desmantelarlo debido a los problemas de funcionamiento derivados de las continuas trifulcas entre refugiados. De las 300 cabañas que tenía el campo, sólo se han salvado de la llamas unas 70, según explicaba emocionado el alcalde, que ha hecho un llamamiento a la solidaridad.