François Hollande suspendió ayer su primer examen electoral desde su llegada al poder, en mayo del 2012. El voto de castigo de los franceses se tradujo anoche, en la primera vuelta de las municipales, en la pérdida de la supremacía de la izquierda (42% de los votos, según un estudio de opinión) en los ayuntamientos a manos de la alianza del centro derecha (48%) y en un ascenso inédito de la extrema derecha (7%).

«Esta es una cosecha excepcional», se felicitó la líder del Frente Nacional (FN), Marine Le Pen. La presidenta del partido, al que las encuestas sitúan como vencedor de las elecciones europeas del próximo mayo con un 34% de los votos, sentenció «el fin de la bipolarización de la política francesa».

Pese a que tan solo se ha presentado en el 6% del conjunto de los municipios, la formación se coloca en cabeza en plazas simbólicas de sus feudos. En una de ellas, la antigua ciudad minera de Henin-Beaumont, muy castigada por la crisis, el candidato de la ultraderecha no ha tenido que esperar a la segunda votación para hacerse con la alcaldía. Con el 50,15% de los votos, Steeve Briois gobernará esta ciudad del norte de Francia los próximos seis años.

En el sur del país, el descontento de los ciudadanos con el Gobierno, unido al descrédito de los partidos tradicionales, también favoreció al FN. En Perpignan, Louis Alliot, dirigente del partido y compañero de Marine Le Pen, quedó en cabeza con el 34% de los votos. Parecido triunfo registró en Beziers el aspirante apoyado por el FN, Robert Menard, con el 41,60%.

EMPATE EN MARSELLA

Especialmente llamativo es el resultado en Marsella, donde, por detrás del histórico alcalde de la derecha, Jean Claude Gaudin (40%), el candidato de la extrema derecha quedó empatado con el del Partido Socialista (PS) con alrededor del 20% de los votos. Un resultado -todos los sondeos daban a los socialistas cerca del 40%- muy inquietante para la formación de Hollande. El primer secretario del PS, Harlem Désir, realizó un enérgico llamamiento a la «unión de la izquierda y los ecologistas para cerrar el paso a la extrema derecha».

ABSTENCIÓN RÉCORD

Sin ambages, el primer ministro, Jean Marc Ayrault, admitió la derrota, que atribuyó a la «elevada abstención» -38,5%, cinco puntos superior al récord de las municipales del 2008-, «la progresión del FN» y el «difícil contexto económico-social». Y apeló a «la movilización y la unión de las fuerzas democráticas» para impedir que la ultraderecha se imponga ahí donde ha pasado a segunda vuelta.

Por su parte, Jean François Copé, presidente del primer partido de la derecha moderada, la Unión por un Movimiento Popular (UMP), pidió a los electores que se han sentido tentados por la protesta y el mensaje radical del FN que reconsideren su voto en la segunda vuelta. «No habrá fusión entre la UMP y el FN», declaró en un intento de despejar las dudas que él mismo ha sembrado desmarcándose del llamado «pacto republicano», que consiste en pedir el voto para el rival (sea el PS o la UMP) que vaya en cabeza en caso de que la ultraderecha pase a segunda vuelta. «La UMP es el único garante para sancionar al Gobierno», repetían como una letanía los dirigentes conservadores. En alusión al récord de abstención y el ascenso de la ultraderecha, algunos analistas hablaban anoche «fractura democrática» en Francia.