El fantasma de un fracaso estruendoso se alejó ayer del cielo de Buenos Aires. La cumbre del G-20 finalizó sin las grietas temidas y con un documento de siete páginas que, según el presidente argentino Mauricio Macri, han sido fruto de un «acuerdo». El comunicado, dijo el anfitrión, «refleja la necesidad de revitalizar la Organización Mundial del Comercio (OMC)» y notifica la «preocupación de todos por el cambio climático».

La valoración definitiva de esta reunión de dos días llevada a cabo bajo condiciones de seguridad sin precedentes, estará sin embargo sujeta al resultado del encuentro que tenían previsto mantener Donald Trump y Xi Jinping. La cena (de madrugada en Europa) entre los presidentes de EEUU y China tendría que girar en torno a la disputa comercial bilateral. «Todos estamos pendientes de lo que sucederá dentro de unas horas», reconoció Macri anoche. Trump y su colega chino tienen la oportunidad de comenzar a dejar atrás la guerra arancelaria y entrar en una nueva etapa de convergencias o acelerar la etapa recesiva que, señaló el FMI, le espera al mundo.

Antes que ambos estadistas se sentasen alrededor de una misma mesa, el G-20 «tomó nota» de los «problemas comerciales actuales» y «reconoció» que «algunos de los riesgos clave, incluidas las vulnerabilidades financieras y las preocupaciones geopolíticas, se han materializado parcialmente». El texto definitivo de la cumbre tuvo en vilo a los organizadores hasta el último momento. Solo pudieron respirar aliviados cuando se le puso punto final. El G-20 subrayó en sus páginas que «la educación es un derecho humano»; expresó su compromiso de «enfrentar los desafíos de la seguridad alimentaria», y aseguró que «la igualdad de género es crucial» para un «desarrollo justo y sostenible». También reclamó un sistema financiero «abierto y resistente», planteó la necesidad de reglamentar «los activos criptográficos para combatir el lavado de dinero» y la corrupción. Como era de esperar, el G-20 reafirmó su «fuerte condena del terrorismo en todas sus formas». Los ojos de los observadores no se detuvieron especialmente en esas zonas retóricas del consenso. Fueron a buscar las palabras elegidas para aludir a los puntos más conflictivos de la reunión: el proteccionismo y las urgencias climáticas.

«El comercio internacional y la inversión son motores importantes del crecimiento, la productividad, la innovación, la creación de empleos y el desarrollo. Reconocemos la contribución que el sistema multilateral de comercio ha hecho para ese fin», se señala. A la vez, el G-20 explicita el reconocimiento de un déficit que está detrás del litigio chino-norteamericano. Aunque «actualmente, el sistema no está cumpliendo con sus objetivos», se estima que «hay margen de mejora». Por lo tanto, «apoyamos la reforma necesaria de la OMC para mejorar su funcionamiento. Revisaremos el progreso en nuestra próxima Cumbre».

En cuanto al cambio climático, la declaración sorprendió a los más pesimistas. Si bien utilizó un lenguaje aceptable para todos los países firmantes, deja en claro que los integrantes del G-20, a excepción de Washington, tienen estrategias diferenciadas. «Una economía fuerte y un planeta sano se refuerzan mutuamente», señala el G-20 y hace suyo el último informe especial del IPCC «sobre los impactos del calentamiento global de 1,5 grados centígrados». Los ambientalistas advirtieron de inmediato el matiz. El texto suscrito en Buenos Aires admite «que existen diversas fuentes de energía y avances tecnológicos para lograr un futuro con bajas emisiones», así como «la importancia de las estrategias integrales de adaptación, incluida la inversión en infraestructura resistente a los fenómenos meteorológicos extremos y desastres». Expresa esperanza de que la reunión de la ONU sobre cambio climático del 2018 (COP24) que se iniciará mañana en la ciudad polaca de Katowice concluya con «resultados exitosos». Para el G-20, el Acuerdo de París es «irreversible» y se vuelve indispensable «su plena implementación, reflejando responsabilidades comunes pero diferenciadas y capacidades respectivas». En un párrafo aparte, se recuerda que «EEUU reitera su decisión de retirarse del Acuerdo de París y afirma su firme compromiso con el crecimiento económico y el acceso y la seguridad de la energía».

DESESCALADA / La lejana Buenos Aires permitió abordar en paralelo cuestiones que no estaban en la agenda. Alemania, Francia, Ucrania y Rusia convinieron realizar nuevas conversaciones a nivel de asesores para abordar la crisis que estalló en el estrecho de Kerch. Angela Merkel exhortó a Moscú que permita a los barcos ucranianos entrar al mar de Azov. «Se deben evitar todas las escaladas», dijo Merkel a la prensa después de encontrarse con Vladímir Putin. La cancillera alemana le pidió asimismo que respete un tratado del 2003, «Rusia debe atenerse a esto», dijo. Un portavoz del Kremlin consignó que, durante su reunión con Merkel, Putin «dio explicaciones exhaustivas» sobre el «incidente», de la misma manera que lo había hecho horas antes ante Emmanuel Macron, quien tuvo un oído puesto en Buenos Aires y otro en lo que sucedía en París. Los estallidos sociales que se esperaban en Buenos Aires contra el G-20 finalmente solo tuvieron lugar en París, que ardió con los chalecos amarillos.