La política la hacen las personas y en la América de Joe Biden esas personas se parecerán más que nunca al pueblo que representan. El demócrata ha creado el Gabinete de ministros más diverso en la historia del país, como prometió durante su campaña, el primero en alcanzar la paridad entre hombres y mujeres e incluir a tantos rostros de color como de la menguante mayoría blanca. Ese será el aspecto más simbólico de un equipo plagado de viejos conocidos del Gobierno de Barack Obama, representantes, muchos de ellos, de ese establishment demócrata tan vilipendiado por el trumpismo. No es exactamente la alineación que ambicionaba el sector más progresista de su partido, pero quizás sea el punto de partida más seguro para un presidente que heredará el contexto más envenenado de las últimas décadas.

Biden comenzará su mandato sin uno solo de sus ministros confirmados en el cargo, una circunstancia muy poco habitual que se explica por la lentitud con que se ha movido la presidencia republicana del Senado. Las primeras audiencias se celebraron el martes, solo un día antes de la toma de posesión del nuevo presidente, y podrían prolongarse durante semanas. A la hora de escogerlos, Biden ha priorizado la experiencia gubernamental de los nominados, así como sus conexiones personales con muchos de ellos sobre otras consideraciones. En esa plantilla abundan los más íntimos compañeros de viaje en sus más de tres décadas en el Congreso o en los ocho años posteriores que pasó como vicepresidente de Obama.

Varios altos cargos de aquel Gobierno repetirán también ahora. Desde Anthony Blinken (Exteriores) a Tom Vilsack (Agricultura), pasando por John Kerry (enviado especial contra el cambio climático), Denis McDonough (Asuntos de Veteranos) o Avril Haines (directora nacional de inteligencia). Su experiencia es valiosa, pero además sus valores y principios están en consonancia con los de Biden. El gran reto pasa por mirar hacia delante, en lugar de hacia atrás, para aportar soluciones nuevas a todo aquello que está roto, ha dicho el analista y estratega de campaña de Obama, David Axelrod.

Búsqueda de consensos

El pragmatismo será otra de las señas de identidad de un Gabinete que tendrá que buscar consensos en el Congreso para dar vida a sus planes más ambiciosos, dada la pírrica mayoría con la que cuentan los demócratas en el Senado. Ni el idealismo más grandilocuente ni las utopías rupturistas se han colado en su Gabinete, que tendrá una media de edad de 59 años, con más ministros católicos de los que ha tenido nunca el país, nada menos que un tercio, según el National Catholic Reporter. Biden será el primer católico en dirigir el país desde Kennedy en los años sesenta.

Pero el demócrata ha querido romper también viejos tabús, abriendo más que nunca las puertas del poder a las mujeres y a la América mestiza. Entre los 24 miembros de su gabinete, habrá una docena de mujeres, desde la primera vicepresidenta (Kamala Harris) a la primera secretaria del Tesoro (Janet Yellen) o la primera nativo-americana (Deb Haaland), quien será probablemente la más progresista de todos los miembros de su Gobierno. Contará además con cinco afroamericanos, desde Defensa a Medioambiente, cuatro hispanos y dos asiáticos, la única de las minorías que se siente infrarrepresentada en su gabinete. Habrá también un secretario abiertamente gay (Pete Buttigieg).

Falta saber ahora si el perfil relativamente novedoso de su Administración se traducirá en una forma distinta de hacer política. Ni Biden ni su partido pueden permitirse cuatro años de mediocridad y business as usual. No solo está en serio peligro la hegemonía mundial estadounidense, también la cohesión social de un país tan harto de sus políticos tradicionales que ha estado a punto de reelegir a Donald Trump.