La tregua fiscal de seis meses en el precio de los carburantes anunciada por el Gobierno francés no apaga el incendio que amenaza al Elíseo. Al calor de la revuelta de los chalecos amarillos, se multiplican los frentes de descontento. Estudiantes, abogados, agricultores, conductores de ambulancias y transportistas se preparan para hacer oír reivindicaciones dispares que tienen en común la exigencia de una mejora en el poder adquisitivo y un rechazo visceral a las políticas de Emmanuel Macron.

El presidente francés, parapetado tras un muro de silencio, hizo ayer un llamamiento a través del portavoz gubernamental, Benjamin Grivaux, para pedir a partidos políticos, sindicatos y patronal que calibren la gravedad de la crisis y lancen una apelación explícita a la calma, ante el riesgo de un nuevo fin de semana violento en las calles de París. «El momento que vivimos no es el de la oposición política sino el de la oposición a la República», dijo Grivaux citando al jefe del Estado.

El mismo mensaje cargado de dramatismo lanzó el primer ministro, Edouard Philippe, al hablar ante los diputados de la Asamblea Nacional durante un tenso debate sobre las medidas adoptadas para dar respuesta a los manifestantes.

LA POSIBLE ELIMINACIÓN / Además de la moratoria en la subida de los carburantes, se han congelado las tarifas del gas y la electricidad y anulado los estrictos controles técnicos a los vehículos. Pero la respuesta llega tarde y se queda corta ante la dimensión del conflicto. Tanto que Philippe ha abierto la puerta a nuevas concesiones. Si al cabo de un periodo de seis meses no se encuentra una solución adecuada para paliar el coste social de la fiscalidad ecológica, se eliminará definitivamente el impuesto. Según algunos medios, el Elíseo ya habría decidido no aplicarlo durante todo el 2019.

Philippe también dijo que está encima de la mesa -aunque, según el diario económico Les Echos, el presidente no lo contempla- revisar la supresión del Impuesto sobre la fortuna, medida que le valió a Macron la etiqueta de «presidente de los ricos».

Además de defender las medidas del Gobierno ante una oposición hostil, Philippe fue el blanco de los golpes que, en realidad, iban destinados a Macron. Es una tradición del sistema republicano francés que, en el tándem ejecutivo, el primer ministro sirva de fusible para proteger al presidente. Cuando se llega a ese punto, la crisis política es grave. Ese ambiente es el que se ha respirado en la sede de la representación nacional donde, con diversos grados de dramaturgia apocalíptica, muchos han certificado el fin del macronismo.

El presidente del grupo parlamentario de Los Republicanos, Christian Jacob, llamó «vanidoso» al presidente, a quien considera el único responsable de la deriva social por su comportamiento «peligroso». Le acusó de estar encerrado en una torre de cristal y de carecer de legitimidad democrática. «Se siente el principio del fin», dijo.

«Júpiter está acabado» / Igual de duro fue Jean Luc Mélenchon, el líder de la Francia Insumisa, quien manifestó que el país no se puede gobernar «como una start-up» dirigida por un pequeño genio. «Felices los días que vivimos, porque al fin Francia ha entrado en estado de insumisión general contra un orden injusto que dura desde hace demasiado tiempo», arengó.

Los socialistas le reprocharon que hayan hecho falta tres semanas, destrozos por valor de millones de euros, dos muertos y un herido grave para tender la mano a los manifestantes. Su secretario general, Olivier Faure, resumió en una frase el sentir de muchos: «Júpiter está acabado». «El presidente no escucha, no entiende. Le corresponde a la Asamblea asumir sus responsabilidades».

Marine Le Pen no intervino en el hemiciclo porque el reglamento le impide tomar la palabra al contar solo con ocho diputados y no tener grupo parlamentario propio. Pero la líder ultraderechista le dio un consejo a Macron, ante las cámaras de televisión y en un tono inusualmente moderado: «Señor presidente de la República. Hábleles a los chalecos amarillos. No se esconda en el Elíseo y no mande hacer a otros lo que los franceses esperan de usted. Hábleles, y hágalo antes del sábado, porque su palabra será, seguramente, susceptible de calmar la situación, si les dice, evidentemente, no solo que les ha escuchado, sino que les ha entendido».