"Se nota que hay menos gente", reconocía con pesar Eric, de 43 años, 20 de ellos trabajando en investigación nuclear en la empresa estatal EDF (Electricidad de Francia) mientras portaba una banderola del sindicato CGT en la plaza de los Inválidos, donde arrancó la manifestación parisina contra la reforma de las pensiones.

En vísperas de la presentación íntegra del proyecto legislativo por parte del Gobierno, la convocatoria sindical ha tenido este martes menos eco que el pasado 5 de diciembre, y en las calles la movilización era modesta. No obstante, en los transportes de la región parisina el caos ha sido la tónica de la jornada y la situación será compleja al menos hasta el fin de semana.

Según el ministerio del Interior, ha habido 339.000 manifestantes en toda Francia (885.000, según los sindicatos) cuando hace seis días fueron 806.000, es decir dos veces menos. En el caso de París, el gabinete independiente Ocurrence dio la cifra de 27.000 personas, la policía 31.000 y los sindicatos 180.000 frente a los 250.000 del pasado jueves.

Anuncios "mágicos"

La semana es clave tanto para el Gobierno como para las centrales sindicales. El primer ministro, Edouard Philippe, ha advertido de que no habrá "anuncios mágicos" que hagan desaparecer las manifestaciones, consciente de que la estrategia sindical es mantener el pulso el mayor tiempo posible y augurando una larga batalla con la opinión pública.

Los convocantes -los sindicatos CGT, FO, FSU, Solidaires y varias organizaciones juveniles- exigen la retirada del sistema universal por puntos con la que el Ejecutivo pretende sustituir los 42 regímenes de jubilación actuales, al entender que acarreará pensiones más bajas y obligará a los activos a trabajar más años.

"No creo que el Gobierno ceda. No hay que ser ingenuos", se lamentaban Marie y Christian, una pareja de profesores jubilados en la manifestación parisina.