Grecia logró ayer lo que hace solo un par de años -en medio de serias apuestas por su salida del euro- parecía impensable: financiarse en los mercados internacionales y hacerlo a un precio razonable dentro de lo que cabe. Un regreso a los mercados, tras cuatro años de ausencia, que ha sido aplaudido por las instituciones acreedoras como la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

En su última emisión de deuda a largo plazo, en abril del 2010, Grecia había intentado captar 1.000 millones de euros mediante títulos con vencimiento a 20 años. No despertó mayor interés y los helenos tuvieron que volverse a casa con unos magros 390 millones de euros. Poco antes, en marzo, lo habían intentado con bonos a cinco años y tuvieron que pagar un interés del 6,1%. Con las puertas de los mercados internacionales cerradas, esa infausta primavera Grecia hubo de recurrir al consabido rescate europeo.

Con esos precedentes, la subasta de ayer puede considerarse un éxito. Grecia captó 3.000 millones de euros en bonos a cinco años y merced a la gran demanda -los inversores llegaron a ofrecer comprar hasta 20.000 millones de euros- el interés fue menor incluso de lo esperado: el 4,75%. "La confianza en nuestro país ha sido sellada por el juez más objetivo: los mercados", proclamó exultante el primer ministro griego, Antonis Samarás. El jefe de misión del FMI en Grecia, Poul Thomsen, afirmó que la salida a los mercados es una prueba del "éxito" del programa que, a lo largo de cuatro años, ha implicado draconianas medidas de ajuste, recortes de gasto del Estado, descensos del poder adquisitivo en torno al 40 % y la destrucción de numerosos puestos de trabajo (solo en el sector público han sido 200.000).

Buena parte del apetito de los inversores se debe a los intereses que pagará Grecia, que resultan jugosos si se compara con los que pagan otros países con problemas: España emitió deuda a cinco años la pasada semana al 1,9% y, ayer mismo, Irlanda colocó 1.000 millones en títulos a 10 años al 2,9%.

Bajo la legislación británica

Además, los mercados dan por descontado que, en caso de peligro de impago, los socios europeos asistirán de nuevo a Grecia, una seguridad que se ve reforzada por el hecho de que los nuevos bonos griegos han sido emitidos bajo legislación británica, lo que los protege de eventuales quitas.

El principal partido de la oposición, el izquierdista Syriza, tachó la emisión de deuda de "operación con fines electorales" y criticó su falta de necesidad ya que Grecia tiene a su disposición aún los fondos del rescate, por los que paga intereses sensiblemente menores (en torno al 2%). Sin embargo, una fuente del Ministerio de Finanzas explicó que en realidad el objetivo no es captar fondos, sino presionar a la baja los intereses que Grecia abona por sus emisiones mensuales de Letras del Tesoro con las que financia sus pagos más urgentes. "Grecia vuelve a los mercados y a la normalidad", sentenció el viceprimer ministro, Evángelos Venizelos.

Pero como muestra de que el país dista aún mucho de esa ansiada normalidad, el regreso a los mercados vino precedido de un atentado con coche bomba. Tras un aviso de los presuntos autores a los medios, que permitió a la Policía desalojar la zona, el automóvil explotó a las 5.55 de la mañana frente a un edificio del Banco de Grecia y junto a las oficinas de trabajo de la troika, sin provocar heridos pero sí importantes destrozos en pleno corazón de Atenas.

Ninguna organización reclamó la autoría, pero el nivel de organización y la cantidad de explosivo utilizado (75 kilos) indican que se trata de un atentado más elaborado que las habituales bombas caseras que utilizan los grupúsculos anarquistas y de extrema izquierda.

En este contexto, Atenas se blindará hoy para recibir a la cancillera alemana, Angela Merkel, cuya visita debe servir de apoyo al actual Gobierno griego. Una buena parte del centro de la capital helena quedará cerrado al tráfico y custodiado por más de 5.000 policías, incluidos agentes de la unidad antiterrorista, después del atentado de ayer.