Nadie toma en serio al presidente afghano, Ashraf Ghani. Mientras el futuro de su país se decide en Qatar, Ghani está confinado en la capital, Kabul, sin mucho que hacer salvo pensar en cómo EEUU y los talibanes, los dos que discuten en Doha el proceso de paz afgano, le han relegado a un segundo plano.

Y segundo ya es decir mucho. Ghani no ha sido invitado a las conversaciones que desde octubre están en marcha en el pequeño reino del Golfo Pérsico.

Washington, en un principio, lo pidió, pero los talibanes se negaron: consideran que el Gobierno de Kabul es una marioneta de Occidente y, si se quiere hablar con Occidente, mejor hacerlo directamente.

Trump, que quiere retirarse de la guerra afgana -la más larga de la historia de EEUU- no tuvo mucho problema en aceptar esa condición: las conversaciones continúan. Así que Ghani, solo, abandonado en Kabul, tuvo una idea. Convocó, para esta semana, una asamblea nacional extraordinaria, llamada Loya Jirga, donde han sido llamados todos los jefes tribales del país, además de los líderes de todos los partidos políticos y facciones afganas, incluidos los talibanes. Del Loya Jirga, se supone, deben salir las exigencias de la sociedad afgana para marcar e influir el resultado del proceso de paz. Estas asambleas, que durarán cuatro días, han sido un éxito y un fracaso al mismo tiempo. Éxito porque han reunido, en Kabul, a 3.200 jefes tribales de las provincias del país -el Gobierno no las gobierna todas y muchas están en manos de los talibanes o con control intermitente del Estado Islámico-. Fracaso porque los demás partidos políticos las han boicoteado: acusan a Ghani de usar esta asamblea para sacar rédito político. Afganistán celebrará, se supone, elecciones presidenciales el 28 de septiembre. Se supone, porque Ghani las ha ido aplazando a su conveniencia.

Los talibanes, por supuesto, también han rechazado participar en la asamblea: «No participéis en esta conspiración del enemigo. Buscad formas de separaros e ir en contra de la débil administración de Kabul», ha dicho el portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, en un comunicado.

Mientras tanto, las negociaciones de paz -las de verdad- continúan en la ciudad de Doha entre Washington y los talibanes. Los talibanes piden que la OTAN se retire completamente del país; Trump, garantías de que Afganistán no se convierta en un nido de yihadistas.