El Gobierno ruso confesó por televisión el domingo que mintió al mundo entero --empezando por los angustiados familiares de los rehenes-- sobre los cautivos. Su burdo engaño fue descubierto porque, tras cifrar los rehenes en "354, de ellos 132 niños", resultó evidente que eran más de 1.200, 70% de ellos, menores.

Pero nada dijo la TV pública Rossiya, controlada por el Kremlin, de que los secuestradores exigían el fin de la guerra de Chechenia, ni admitió que se dieron datos contradictorios sobre la identidad, número y paradero de los terroristas. Tampoco informó de que los vecinos de Beslán están indignados porque en el saldo oficial de víctimas se sigue omitiendo el hecho de que hay más de 200 desaparecidos.

Lo que sí dijo el asesor presidencial Pavlovsky fue que "esas mentiras oficiales no han gustado nada a Putin". ¡Qué ejercicio de cinismo! Para excusar una retahíla de falsedades se recurre a una mentira aún más grande: que al gran embaucador --recordemos el Kursk o el Dubrovka-- le indignan sus propias falacias.

*Periodista.