La humillante eliminación de Alemania del Mundial hacía presagiar otra jornada negra para Angela Merkel antes de asistir a la trascendental cumbre migratoria europea que empieza este jueves en Bruselas. A pesar de la debacle futbolítica, la cancillera pudo irse a la cama con una buena noticia bajo el brazo. Y es que ayer Grecia aseguró que está lista para sellar un pacto bilateral con Berlín y acoger a los migrantes que Alemania rechace en su frontera, una pequeña muestra de optimismo para la reunión de este jueves.

El primer ministro griego, Alexis Tsipras, aseguró este miércoles en una entrevista al Financial Times que está abierto a cerrar este acuerdo para frenar los flujos secundarios de migrantes que llegan por el sur de Europa pero que ponen rumbo al norte, con Alemania como principal destino. "No nos importa tener a retornados de Alemania si esto ayuda a mandar un mensaje a los traficantes de personas", aseguró. El acuerdo supondría la llegada de entre 50 y 100 personas al mes.

Las palabras de Tsipras son un guiño para Merkel, contra las cuerdas después de que su ministro del Interior, el líder bávaro Horst Seehofer, la amenazase con cerrar las fronteras de Alemania unilateralmente si la cancillera no llega a un acuerdo de restricción migratoria que le satisfaga. Ese ultimátum, que vence el próximo domingo 1 de julio, puede poner en jaque el Gobierno alemán, pues de actuar de forma unilateral Seehofer sería expulsado del ejecutivo y, con él, la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU).

Reforma de Dublín

Llegar a un acuerdo europeo en la cumbre de este jueves y viernes en Bruselas se presenta como una quimera para Merkel, cuya prioridad es que Roma siga el mismo papel que Atenas y acepte los migrantes expulsados por Berlín. A pesar de que un acuerdo con Grecia le da fuerza a la cancillera para demostrar que se puede llegar a pactos bilaterales, las negociaciones con el gobierno italiano, formado por populistas y ultraderecha, serán mucho más complicadas.

Donde sí coinciden Grecia e Italia es en solicitar una reforma del reglamento de Dublín, mecanismo europeo que establece que los migrantes solo pueden solicitar asilo en el primer país de llegada a la Unión Europea (UE). Eso hace que sean los Estados fronterizos los que asuman mayores responsabilidades.

Aunque desde el 2015 Alemania incumplía esa normativa para procesar el asilo de cientos de miles de personas, el rumbo parece haber cambiado. Según apunta el diario Süddeutsche Zeitung, entre enero y mayo de este año Berlín expulsó a 4.100 migrantes al país por el que entró a la UE, un ritmo de deportaciones superior al del 2017. Aunque Merkel ha reiterado que Dublín “no funciona”, el gobierno alemán ha vuelto a aplicarlo. La ultraderecha presiona y cada vez hay menos tiempo.