Chechenia suena a sangre. El conflicto dura ya tantas décadas y está tan emponzoñado que casi se ha olvidado el origen. Los chechenos llevan combatiendo a los "colonizadores" rusos desde hace más de 200 años. Durante el siglo XVIII, el imperio ruso buscó terreno para expandirse y se topó con los bárbaros del Cáucaso del norte, etnias musulmanas y cristianas que se oponían a sus intereses imperialistas. De entre todos los bárbaros , los chechenos eran los que más fieramente defendían su territorio.

Ya en el siglo XX, bajo la hoz y el martillo soviéticos, medio millón de chechenos fueron deportados en masa por Stalin después de la segunda guerra mundial. El dictador los acusaba de "colaboracionismo" con los nazis. Probablemente, como Carlota Gall y Thomas de Waal explican en su libro Chechenia: una pequeña guerra victoriosa , la verdadera razón por la que Stalin tomó esta decisión es que los chechenos habían sido los únicos que se habían resistido a la colectivización estalinista y temía que pudieran encabezar una nueva rebelión en el futuro.

En 1991, en plena desintegración rusa y con un ojo en las repúblicas bálticas que habían conseguido la separación de Rusia, los nacionalistas chechenos resurgieron con fuerza. El exgeneral soviético Djodar Dudayev proclamó la independencia y se colocó como presidente.

Derrota del Ejército ruso

Boris Yeltsin, más preocupado en acabar con Mijail Gorbachov que con Chechenia, toleró la independencia durante tres años. En diciembre de 1994, el mandatario ruso, que ha sido acusado posteriormente de tener poca cintura con el conflicto, envió 400 carros de combate que irrumpieron en la capital de Chechenia, Grozni, y la devastaron. Empezaba la primera guerra.

Las tropas de Yeltsin tomaron el palacio Presidencial de Grozni (19 de enero de 1995) e izaron la bandera rusa después de bombardear masivamente la ciudad desde el aire. Pese a la prepotencia de Moscú, su Ejército no pudo con los guerrilleros chechenos y sufrió una humillante derrota. Los rusos se retiraron y con el buen hacer de Alexandr Lébed, mediador del Kremlin, terminó la primera guerra ruso-chechena.

El 27 de enero de 1997, los chechenos organizaron unas elecciones democráticas legitimadas por Moscú de las que salió Aslán Masjádov como presidente. Este y Yeltsin firmaron un acuerdo de paz en el que se comprometían a "renunciar para siempre a la amenaza de uso de la fuerza en la resolución de los conflictos". Una declaración que fue papel mojado 24 meses después. El nuevo Gobierno checheno dejó que se extendieran la corrupción y la delincuencia, y la república perdió su mejor oportunidad.

En septiembre de 1999, una serie de sangrientos atentados en ciudades rusas, que el Kremlin atribuyó a grupos terroristas chechenos, fue la chispa que provocó la segunda guerra. Vladimir Putin, entonces primer ministro ruso, utilizó el conflicto para catapultarse políticamente y lanzó lo que él llamo "operación antiterrorista", al estilo de las de George Bush. Entre octubre y diciembre de 1999, las tropas rusas arrasaron Grozni y bloquearon los accesos terrestres a la capital. Miles de refugiados se agolparon en las fronteras con Ingushetia a la espera de que Moscú abriera los corredores humanitarios prometidos.

EEUU y Alemania instaron al Kremlin a una salida negociada y acusaron a Moscú de descargar la violencia contra civiles. El número de muertos como consecuencia de los bombardeos rusos y de las operaciones de limpieza oscila entre 10.000 y 20.000, según las fuentes. Además, hay que sumar las bajas militares: Moscú dice que ha abatido a más de 13.000 combatientes chechenos.

Durante los tres últimos años, el conflicto ha continuado y Moscú ha bombardeado sistemáticamente la república. Sin embargo, las condenas contra el Kremlin han ido disminuyendo. Putin se ha ganado a los líderes y a los inversores occidentales, con los que parece haber hecho un pacto de silencio.

Unión Europea

Las razones para este acuerdo son, según algunos analistas, los oleoductos y la extracción petrolífera en Siberia, un Eldorado con el que todos se frotan las manos. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, llegó incluso a decir en noviembre, cuando era presidente de turno de la UE, que la prensa "difundía leyendas" y "falseaba" la situación de Chechenia. Romano Prodi, presidente de la Comisión, se echó las manos a la cabeza y pidió que rectificara, mientras en Bruselas se esfuerza para que las inversiones petrolíferas prosperen.

Además, la oposición del Kremlin a la guerra de Irak ha permitido a Putin integrar ese eje de la paz Berlín-París-Moscú que tan buenas fotos ha dejado para la historia y con las que borra de un plumazo la violación de los derechos humanos en la república. De esta manera, Chechenia ha caído en un agujero negro del que no saldrá mientras los políticos sean los mismos o no cambien sus intereses.