Las protestas en Birmania habían basculado de la timidez al fragor desde la asonada de febrero. La revuelta ha añadido el miércoles una nueva arma a su arsenal: una huelga silenciosa que ha buscado la paralización del país cuando la Junta militar se esfuerza por devolverlo a las vías. Todos en casa, los comercios cerrados. Las redes sociales han mostrado las calles vacías en Rangún, en Falam, en Kalay, en Kyaukme

La iniciativa pretendía tanto un imprescindible paréntesis a la tensión desbocada de las últimas semanas como una inédita protesta hacia el más ignominioso acto de una junta que los amontona: el asesinato de una niña de siete años. Se llamaba Khin Myo Chit y recibió un disparo en el abdomen de un soldado cuando estaba sobre el regazo de su padre en su casa de Mandalay. Su hermana mayor, Aung Pin Le, ha descrito los hechos en el medio Myanmar Now. Los militares llegaron de madrugada a su domicilio, tiraron la puerta abajo, preguntaron a su padre si en la casa había alguien más, le acusaron de mentir tras contestar que no y la bala que le buscaba acabó en su hija. Golpearon a su hermano con las culatas de sus rifles y se lo llevaron tras amenazar a los presentes con disparar de nuevo si lo intentaban impedir. El padre encontró la fuerza para negarse a entregar el cuerpo de su niña que le habían exigido los soldados.

El lunes murió un chico de 15 años en Mandalay tras ser tiroteado mientras llenaba una botella de agua frente a su casa, afirma la Asociación de Asistencia de Prisioneros Políticos. Son ya 261 muertos en un mes y medio y al menos una veintena son niños, según la organización Save The Children. "Nos horroriza que los niños continúen entre los objetivos de los ataques a las protestas pacíficas. Sus muertes son especialmente inquietantes porque fueron asesinados cuando estaban en casa, donde deberían de estar protegidos. El hecho de que niños mueran casi a diario muestra el absoluto desprecio de las fuerzas de seguridad por las vidas humanas", ha señalado la organización en un comunicado.

La junta militar sigue apegada al libreto relativista lindante con el negacionismo. No ha comentado la muerte de Khin Myo Chit, ha mostrado su “pena” por las víctimas, ha defendido que las fuerzas de seguridad han utilizado "la mínima violencia" y culpado a los manifestantes de los ríos de sangre. “¿Qué país toleraría esos actos violentos?” ha preguntado su portavoz, Zaw Min Tun, en una conferencia televisada de más de dos horas.

Le ha dado tiempo de acusar a la prensa de expandir “falsas noticias” y alentar las protestas y amenazado a los que entrevisten a cualquier miembro del Gobierno civil en la sombra que se arroga la representación popular. Los golpistas han calificado ese grupo de ilegal y recordado que sus integrantes se arriesgan a la pena de muerte. También han mostrado cierta generosidad con la liberación de 600 detenidos durante las protestas.

La jornada también ha dejado la enésima suspensión de los procesos judiciales contra Aung San Suu Kyi, la lideresa depuesta por la asonada. La razón, esta vez, fue la caída de internet que impidió la fase oral a través de videoconferencia. Es precisamente la junta golpista la responsable de los cortes de internet y de telefonía móvil durante las últimas semanas para dificultar las movilizaciones. Las acusaciones sobre la Dama, que según la fiscalía había aceptado cuantiosos sobornos en metálico y lingotes de oro, amenazan con llevarla a la sombra durante muchos años.