El asalto a la ciudad santa de Nayaf pretende ser un castigo ejemplar que disuada a los insurgentes del resto de Irak, pero esta aparente victoria militar se está convirtiendo en una derrota política tanto para el Ejército ocupante como para el Gobierno de Alaui. Porque están tratando de derrotar a un enemigo indestructible: la red nacional de los seguidores de Sadr, cuya insurrección se ha extendido a siete ciudades. Si él muere, otros se pondrán al frente de un fanático movimiento de masas que se ha hecho invulnerable.*Periodista.