A 375 kilómetros de Caracas, en Anzoátegui, un grupo de personas entró violentamente en un supermercado del centro comercial Rivera Real. Se llevaron sobre todo productos de higiene personal que se encuentran a precios exorbitantes en el mercado negro. El pasado mayo, ocho rollos de papel higiénico costaban en los circuitos ilegales cuatro millones de bolívares. El salario mínimo asciende a 5.196.000 bolívares, cantidad que, según los precios que fija el mismo mercado negro, equivale a 1,3 euros.

En este contexto de escasez y especulación, sucesos como el de Anzoátegui no son excepcionales. El robo es la otra cara de la moneda de una hiperinflación que carcome los cimientos de la Venezuela de Nicolás Maduro. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha proyectado un fin de año atroz, con un aumento del costo de la vida de 1.000.000%. Meses atrás, el organismo financiero había calculado una inflación anual del 13.800%.

Pero de abril a junio, el valor de la moneda nacional llega a la insignificancia completa. La gravedad de la situación es tal que el bolívar soberano, el nuevo referente monetario que debería comenzar a circular en agosto con tres ceros menos en relación a los papeles existentes, tiene su certificado de extremaunción antes de llegar a los bancos.

MONEDA INSERVIBLE

El frenesí de la depreciación es tal que, según el economista y diputado opositor Ángel Alvarado, cuando los 15 bolívares soberanos sean equivalentes a los actuales 15.000 bolívares no servirán para comprar nada. «Con una inflación mayor a 100% cada mes ese billete vale la mitad o menos. Hacen falta nuevas familias de billetes cada mes a estos niveles de inflación. Además, imprimir billetes con tan poco valor es muy costoso para el Banco Central», dijo Alvarado.

No solo la búsqueda de los productos de primera necesidad trastorna la vida cotidiana. Un esmalte de uñas cuesta cuatro millones de bolívares, un lápiz labial, entre tres y siete millones; una base para el rostro, más de seis millones. Para el economista del FMI Alejandro Werner, lo que ocurre en Venezuela obliga a encontrar ejemplos tan devastadores para la economía en la República de Weimar, como se conocía a la Alemania en los años 20. El país, advierte, «continuará alimentando una aceleración de la inflación al tiempo que continúa el colapso de la demanda de moneda». La crisis, que las autoridades atribuyen especialmente a una conjura internacional, arroja otras cifras impactantes: el PIB se reducirá en el 2018 otro 18%.

DECISIÓN ANTICONSTITUCIONAL

El descalabro inflacionario es de tal magnitud que, según destaca José Ignacio Hernández en el portal Prodavinci, a inicios de junio el Gobierno autorizó operaciones de crédito público por aproximadamente 600 billones de bolívares, o su equivalente en moneda extranjera. «Esto quiere decir que quiere endeudarse por un monto mil veces más alto que el límite de endeudamiento que el propio Gobierno determinó en el 2017, violando la Constitución».

Freddy Bernal, uno de los referentes del madurismo, ha reconocido que el Gobierno no está haciendo bien las cosas. «No es responsable la Cuarta República, no. No es responsable Carlos Andrés Pérez, no. Somos responsables nosotros porque tenemos 19 años de revolución y somos responsables de lo bueno y de lo malo en este país», dijo.

«Lo más duro de toda esta crisis es la indolencia del Gobierno y de todas las instancias del Estado, más aún, de las voces críticas o fuerzas morales de la sociedad. Es un silencio que nuestro pueblo no merece», dice Rafael Ramírez Carreño, quien dirigió la petrolera estatal PDVSA y que rompió con Maduro en el 2017.