Los datos en los que Tony Blair se apoyó para embarcar al Reino Unido en la guerra de Irak se han desmoronado como un castillo de naipes. La comisión Butler , designada por el propio Gobierno de Londres hace cinco meses para investigar lo ocurrido, estableció ayer la existencia de "fallos graves" en las informaciones de los servicios de espionaje británicos, pero eximió al primer ministro de cualquier responsabilidad.

En sus conclusiones, el informe, hecho público ayer, rechaza el principal argumento utilizado para justificar la invasión militar, indicando que Sadam Husein "no poseía arsenales significativos, si es que alguna vez los tuvo, de armas químicas y bacteriológicas" antes de que comenzara la guerra. Lord Butler y su equipo, integrado por cuatro funcionarios y políticos, dejan constancia de una larga lista de errores, aunque prefieren hablar de "responsabilidad colectiva" y eluden señalar con el dedo a Tony Blair o a John Scarlett, entonces jefe del Comité Conjunto de Inteligencia.

La comisión dice que no tiene pruebas de que hubiera una "distorsión deliberada" de los datos. En la presentación del informe, Butler aseguró que el primer ministro "actuó de buena fe", eliminando así la única imputación que hubiera podido costarle el cargo.

BLAIR, SE RETRACTA Horas después, ante la Cámara de los Comunes, Blair admitió que Irak no podía utilizar armas de destrucción masiva antes de la guerra. "Tengo que aceptarlo. A medida que van pasando los meses, parece cada vez más claro que, en el momento de la invasión, Sadam no tenía armas químicas o biológicas listas para ser desplegadas", afirmó el mismo hombre que durante dos años ha sostenido exactamente lo contrario. El primer ministro dijo asumir las responsabilidades sobre posibles errores, pero insistió en que el informe deja claro que "nadie mintió" en su Gobierno. El jefe de la oposición, el conservador Michael Howard, le respondió que ahora no se trata de una cuestión "de responsabilidad, sino de credibilidad". El informe, de casi 200 páginas, acusa al MI6 (la agencia británica encargada del espionaje externo) de no haber contrastado debidamente sus fuentes, apoyándose demasiado en confidentes iraquís y usando informes de "tercera mano". El MI6 respondió que acepta "totalmente las recomendaciones".

ATAQUES EN 45 MINUTOS El documento reprocha al Comité Conjunto de Inteligencia haber incluido en un informe crucial, en septiembre del 2002, el dato de que Irak podía utilizar armas de destrucción masiva en 45 minutos, sin explicar a qué se estaba refiriendo y siendo ésta una información "no probada".

Fue esa espectacular revelación, utilizada por Blair con gran énfasis, la que originó el enfrentamiento entre el Gobierno y la BBC, lo que desembocó en el suicido del científico David Kelly. Butler, más crítico con el Gobierno de lo que fue en su día el juez Hutton, señala que las advertencias hechas por los responsables del espionaje sobre las limitaciones de los datos en su poder "no aparecen claramente reflejadas" en el informe gubernamental.

Contrariamente a la realidad, Blair defendió la necesidad de ir a la guerra dando la impresión de poseer "mucha información y muy detallada" y dio a entender que el peligro era mayor del que realmente existía. El comité recomienda que haya mayor distancia entre los políticos y los responsables del espionaje. A pesar de todo, John Scarlett, según la comisión, debe seguir al frente del MI6, cargo en el que fue nombrado por Blair en mayo.