Llegaron a Damasco el sábado pasado, el mismo día en que los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, en un ataque conjunto, bombardearon posiciones del régimen en Siria. Llegaron, pero les dejaron encerrados en sus hoteles. No fue hasta ayer cuando el presidente sirio, Bashar el Asad, permitió que los expertos de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) hagan su trabajo: investigar el ataque químico sobre la ciudad de Duma del pasado 7 de abril por el que murieron, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unas 80 personas.

La OPAQ, que colabora con Naciones Unidas, es la responsable de investigar el uso de agentes químicos —prohibidos según la ley internacional— en todo el mundo. Esta organización ha catalogado que, durante toda la guerra siria, ha habido 33 ataques químicos: 27 de ellos con responsabilidad probada de Asad.

Ahora podrán investigar lo ocurrido, pero puede que sea tarde. «Es altamente probable que las pruebas y elementos esenciales del suceso hayan desaparecido ya del lugar, completamente controlado por los ejércitos ruso y sirio», dijo ayer el Ministerio de Asuntos Exteriores francés.

SIN SENTIDO

EEUU también considera que la misión de la OPAQ, 10 días después del ataque químico, carece ya de sentido. «Estamos preocupados porque [los rusos] podrían haber manipulado las pruebas con la intención de frustrar los esfuerzos de la misión de la OPAQ de llevar a cabo una investigación efectiva», dijo este lunes el embajador estadounidense ante esta organización.

Rusia, por supuesto, lo niega todo. Desde hace una semana asegura que el ataque químico fue falso y que toda la información sobre el suceso es una fabricación y un complot de Gran Bretaña. Ayer, además, las autoridades rusas aseguraron que sus soldados en Duma han encontrado un «laboratorio para fabricar armas químicas donde hay botes de gas clorín como el que aparecieron en las imágenes».

Después del ataque químico del 7 de abril, la última milicia opositora que quedaba en Duma se rindió. Tras un pacto con Rusia, los miembros de Jaish al Islam, sus familias y cientos de civiles fueron llevados con autobuses al norte de Siria, a las zonas bajo control militar de Turquía.

Esta evacuación sirvió para que Asad se hiciese con el control del 100% de la región de Guta, asediada y cercada por el régimen desde el 2013. Desde el 1 de enero hasta el 7 de abril del 2018, en solo esta zona, 1.600 civiles murieron a causa de los bombardeos de Damasco y su aliado, Rusia.

Después del ataque de Trump, May y Macron contra tres bases militares de Asad, los ánimos, en Siria, están encendidos. Durante la madrugada del lunes al martes, las baterías antiaéreas de Damasco volvieron a disparar contra el cielo, donde, en un principio, el régimen había asegurado que volaban aviones israelís.

No había nadie. Horas más tarde, la agencia estatal de noticias siria, SANA, dijo que los sistemas de defensa se encendieron por un fallo electrónico provocado un ciberataque de EEUU e Israel. Ambos lo han negado.

Mientras tanto, tras haber capturado Guta, Asad avanza hacia las demás zonas rebeldes. Ayer, los bombardeos rusos y de Damasco se centraron, sobre todo, en la región del norte de Homs y en Idleb. Al este de esta última zona, en uno de los bombardeos, han muerto cuatro civiles, entre ellos una mujer y sus dos hijos, aseguró la organización de rescate Cascos Blancos.