En el pastel que hoy soplará el ayatolá de Irán, Alí Jamenei, no habrá velas sino misiles balísticos de medio alcance. Su final, por tanto, no se salda con un poco de humo al apagarse sino que causa la devastación al bombardear, si llegase el caso, Israel o las bases norteamericanas repartidas por Oriente Próximo. La tarta que soplará el líder supremo de Irán será la del 40º aniversario de la revolución iraní de 1979, que, en poco más de un año, acabó con la dinastía de los Pahleví: los shas de Persia.

Los nombres de los misiles balísticos son Soumar y Dezful. El primero fue presentado hace una semana; el segundo, este sábado. Irán asegura que tienen la capacidad de alcanzar objetivos a 1.500 y 1.000 kilómetros de distancia respectivamente y que, en caso de guerra, estarían disponibles en poco tiempo. Aunque, eso sí, según Teherán, ambos tienen solo fines defensivos y no violarían la resolución de Naciones Unidas 2231, que regula la actividad nuclear de Irán.

El misil Dezful, de hecho, fue presentado en una instalación secreta en Irán horas antes de la celebración de este lunes: «La presentación de esta instalación de producción de misiles a gran profundidad es una respuesta para los occidentales [...], que piensan que pueden impedirnos alcanzar nuestras metas a través de sanciones y amenazas», dijo, durante la ceremonia, un miembro de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), Mohammed Alí Jafarí.

Pero la IRGC no se queda aquí. Ayer aseguraron que su programa balístico continuará pese a quien le pese.