Mohamed Hariri, de 29 años, llegó hace 15 días a Bariqa, un pueblo sirio situado a un kilómetro de la frontera con los Altos del Golán ocupados por Israel. Vivía cerca de Daraa, al sur de Siria, pero tuvo que huir de su casa el 18 de junio «por los intensos ataques del Ejército sirio, los rusos y milicias de Hizbulá (grupo libanés chií que combate junto a Damasco)», cuenta por teléfono.

Desde el mirador de Hazaka, en la parte del Golán en manos israelís, se oyen bombardeos en la lejanía y se divisan decenas de tiendas de campaña a 500 metros de la frontera. En alguna se aloja Hariri con su esposa, embarazada, y su hijo de 3 años. Pero encontrarse cara a cara con esta familia es imposible porque la frontera entre Israel y Siria, países en guerra, está cerrada.

«Huimos cuando empezaron los bombardeos en Daraa. Pensamos que el mejor lugar para refugiarse era la frontera con Israel porque es un país fuerte, nadie lo atacará», explica Hariri, que asegura ser civil y no combatiente. «La situación en los campos de refugiados es muy difícil, sobre todo para niños y mujeres, hay muchas embarazadas. Nos faltan tiendas, no tenemos lavabos ni suficiente comida», relata Hariri desde Bariqa, a unos 50 kilómetros al noroeste de Daraa. En los límites entre Siria e Israel se han refugiado «de 10.000 a 15.000 personas», indica el teniente coronel Tomer Koller, médico del Ejército israelí. Desde que Damasco empezó a reconquistar Daraa, «hemos entregado más ayuda a los desplazados de lo habitual, ayuda de Israel y otros países», agrega. El Ejército empezó el programa Buen Vecino hace cinco años y les entrega alimentos, agua, gasolina, generadores, medicamentos y material médico. El plan se concibió como «una herramienta de seguridad», aduce el teniente coronel Marco Moreno, exjefe de Buen Vecino. «Pensamos que con la revolución en Siria podrían entrar combatientes en Israel», apunta.

Durante la guerra, la zona fronteriza con Israel ha estado controlada por grupos opositores, muchos yihadistas, como el Frente al Nusra. «Ofrecimos ayuda humanitaria a los vecinos a cambio de que evitaran que el terror penetrara en Israel», confiesa Moreno. A través de Buen Vecino, el Ejército israelí ha evacuado a 5.000 heridos sirios a los que han tratado en hospitales de Israel y luego han devuelto a Siria. Con la ofensiva militar de Damasco y Rusia en Daraa, los heridos presentan heridas de guerra más severas. Varios niños han llegado solos porque les han matado a la familia». «A Israel no le interesa que (los desplazados) crucen la frontera, por eso les damos lo que necesitan». Otro vecino de Siria que se blinda es Irak, que ha iniciado la construcción de una valla electrificada de alambre de 19 kilómetros fronterizos para evitar que penetren combatientes del Estado Islámico. Jordania, que acoge a 1,3 millones de sirios, también ha sellado sus límites con Siria, donde se concentran, según la ONU, entre 270.000 y 330.000 personas huidas de Daraa.