Este lunes será el momento en el que Boris Johnson comience realmente a gobernar el país. En el plazo de dos semanas nombrará un nuevo gobierno, su primer equipo propiamente dicho. Habrá de dirigir el vuelco radical que emprende el Reino Unido. Una ruta llena de imprevistos. Hasta ahora Johnson se había centrado exclusivamente en cumplir con la fecha de salida de la Unión Europea. Salvado ese primer obstáculo, comienza “la nueva era”.

“Sé que podemos convertir está oportunidad en un éxito increíble”, les dijo a los británicos tras ruptura oficial con la UE. Llega el momento de la toma de decisiones, dificilísimas y fundamentales, de decantarse entre opciones incompatibles con muchas de sus promesas.

SIN CONCESIONES A BRUSELAS

El primer ministro no mencionó el viernes en su discurso a la nación la palabra ‘brexit’. Esa es sin embargo la primera tarea en la que debe volcarse a partir de marzo. Este mismo lunes, en una esperada alocución, perfilará el esquema básico de las negociaciones con Bruselas durante los próximos meses.

No es un secreto que el ‘premier’ conservador busca un acuerdo de libre comercio al estilo del que la UE tiene con Canadá. Así se lo ha comunicado a sus ministros. Johnson explicará que no quiere el alineamiento con las normas europeas, no aceptará la juridisción de los tribunales europeos en las disputas comerciales y buscará una separación neta y clara, sin concesiones a Bruselas.

VULNERABILIDAD

El ‘brexit’ duro es el compromiso inapelable que Johnson tiene con los euroescépticos radicales conservadores y uno de los retos que se contradice con sus planes. El primer ministro prepara grandes inversiones en infraestructuras y transportes en el norte de Inglaterra. En esa región, empobrecida e ignorada desde hace décadas, recibió los votos 'prestados' de laboristas de toda la vida, que fueron una clave de su triunfo electoral.

Prometió entonces limar las desigualdades abismales que separan esa zona de la prosperidad de Londres y el sureste inglés. La bonanza será obligatoriamente limitada, porque la previsión de crecimiento de la economía británica del Banco de Inglaterra para los tres próximos años apenas alcanza el 1,1%. Pero la forma en que planea salir de la UE es un hándicap que complica esa responsabilidad con los votantes.

Según numerosos estudios, el Norte de Inglaterra y las Midlands son las zonas del país más vulnerables, y con diferencia, respecto al ‘brexit’ duro por el que apuesta Johnson. Esa es la salida con un mayor coste para las compañías británicas, que vendan sus productos a la UE. Cuanto más alejados de las normas comunitarias, mayores serán las trabas.

“En el comercio con Europa habrá más trámites burocráticos que ahora”, ha reconocido Michael Gove, Jefe de Gabinete y uno de los líderes en la campaña por la salida en el referéndum del 2016. “Pero haremos todo lo posible para reducir la fricción para nuestra economía”. Al margen del comercio, en las nuevas relaciones con Europa el Reino Unido debe preservar la cooperación en materia de seguridad, el intercambio de datos y el de información con los servicios de inteligencia.

ROCES CON TRUMP

Johnson pretende además negociar de forma paralela y urgente el acuerdo comercial bilateral con Estados Unidos. Querría cerrar el asunto con Donald Trump este verano, antes de las elecciones presidenciales el 3 de noviembre en Estados Unidos. Trump ha alabado públicamente a Johnson en varias ocasiones. Se supone que están en la misma sintonía populista. Pero ya ha habido varios desencuentros entre Londres y Washington. Johnson ha aprobado el acceso “parcial” del Reino Unido a la tecnología 5G de la compañía china Huawei, vetada por Trump, que esgrime motivos de seguridad.

En su reciente visita a Londres, el secretario de Estado americano, Mike Pompeo, sugirió que el Reino Unido revisara la decisión. Washington amenaza con restringir el acceso de los británicos a la información de los servicios secretos, si persisten en utilizar Huawei. Otro roce es el impuesto del 2% en las ventas de las grandes de las grandes firmas tecnológicas, por sus actividades en el Reino Unido, como Amazon, Facebook o Google.

El Gobierno británico lo quiere implantar esta primavera y calcula que podría recaudar unos 500 millones de libras (595 millones de euros) al año. Pero el secretario del Tesoro americano, Steven Mnuchin, afirma que algo así, “dañaría a los consumidores y las empresas a ambos lados del Atlántico”. Hay también tensiones por el respaldo que mantienen los británicos al acuerdo nuclear con Irán.

VENDEDOR DE ESLÓGANES

“El presidente Donald Trump es impredecible, se ofende fácilmente”, ha advertido Sam Lowe, experto en comercio del Centre for European Reform. “Trata el comercio como una forma de extorsión. Primero aumenta la amenaza, en forma de tarifas e inestabilidad, y luego ofrece protección a cambio de un pago”. Johnson no debe esperar favores especiales y uno de los retos para la “Gran Bretaña global” que aspira a forjar, es que el país, no quede aplastado entre los dos gigantes rivales, China y Estados Unidos, a merced de alguno de ellos.

Johnson ha sido un buen vendedor de los eslóganes preparados por su principal asesor Dominic Cummings. La ‘moto’ del ‘brexit’ se la colocó dos veces a los votantes. Una, con el referéndum de salida de Europa. La segunda en las pasadas elecciones generales. Ahora llega la hora de la realidad y las decisiones.