Los escándalos se superponen en Argentina como capas geológicas: uno tapa al otro y sedimento no para de crecer. El mismo día en que se anunció un nuevo aumento del 30% de la tarifa de la luz y casi un 20% en el transporte público, de lo único que se habló fue de ocho cuadernos escolares escritos con letra concisa pero legible que parecen revelar una nueva trama de corrupción y sobornos alrededor del kirchnerismo y el negocio de la obra pública por casi 50 millones de euros.

Los cuadernos pertenecen a Óscar Centeno, un exsargento del Ejército devenido a chófer del viceministro de Obras Públicas, Roberto Baratta. La exesposa de Centeno lo denunció penalmente y aseguró que había trasladado bolsos atiborrados de billetes norteamericanos. El juez federal Claudio Bonadio lo detuvo. Y luego fueron apresados varios exfuncionarios e importantes empresarios. Entre los detenidos se encuentra Héctor Sánchez Caballero, de la constructora Iecsa que pertenecía hasta el 2015 a Angelo Calcaterra, primo del presidente Mauricio Macri. Según el fiscal Carlos Stornelli se estaría frente a una “asociación ilícita”. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner deberá presentarse ante Bonadío el 13 de agosto.

El diario 'La Nación', que divulgó primero los cuadernos escolares, asegura que contienen detalles sustanciales sobre la ruta del dinero porque Centeno, a pesar de su condición de chófer, sabía todo: itinerarios, protagonistas, la cantidad de billetes. Sus anotaciones comienzan en el 2003, cuando asumió Néstor Kirchner, y concluyen una década más tarde, dos años antes que su esposa concluyera el segundo mandato.

El caso de los ocho cuadernos ocupó las primeras planas cuando comenzaba a tomar cuerpo otro escándalo: el del financiamiento ilegal de las campañas políticas del macrismo. Llega también en un momento de pronunciada caída de la imagen del presidente y, como contrapartida, de números favorables a la expresidenta, quien, se especula, competiría contra Macri en los comicios del 2019.

Arrepentido

El fiscal Stornelli quiere conviertir al chófer Centeno en el primer “arrepentido” de la justicia argentina. Según los testimonios de quienes lo conocen, el exsargento es un hombre parco e intelectualmente limitado. No terminan de creer que esa letra abigarrada y fluida, sin errores gramaticales y portadora de tantos detalles sea obra exclusivamente suya. En uno de esos cuadernos, Centeno cuenta que Kirchner se mostró una vez disconforme con la recaudación ilegal. “¡Qué pobres que estuvimos!”, le atribuye al extinto jefe de Estado, como si lo hubiera escuchado.

La expareja del chofer, Hilda Horowitz, ya había sido protagonista de otra denuncia rutilante que luego se desvaneció en el aire: la existencia de una bóveda secreta con dinero en la finca del viceministro Baratta. El suelo de la propiedad quedó como un queso gruyere. No se encontró nada.

A mediados del 2016, José López, el otro hombre fuerte de la obra pública del kirchnerismo, fue encontrado con bolsos llenos de dólares que quería esconder en un convento. López enfrenta un juicio paradójico: nunca se habla de los empresarios donantes de esas sumas millonarias. Llamativamente, López no aparece en los cuadernos.

El modelo brasileño

Aunque el fiscal habla de una suma sorprendente de dinero en negro los investigadores no tienen ninguna pista al respecto. En dos años, todavía no se le encontró a Kirchner ni a su ministro Julio De Vido, actualmente preso sin condena, ninguno de esos dólares.

Algunos analistas estiman que el caso de los cuadernos calca el manual de operaciones con el que la justicia de Brasil puso entre las rejas a Luiz Inacio Lula da Silva sobre la base de la confesión de un “arrepentido”. La justicia del vecino país tomó como verdad sus palabras pero nunca pudo comprobar que el apartamento que habría recibido Lula como soborno le perteneciera.