Fue una llegada algo accidentada, con bruscas maniobras del convoy para hacer coincidir la puerta del vagón con la alfombra roja que se le había extendido en el andén y guardaespaldas norcoreanos que nerviosamente se afanaban en encajar la plataforma que instantes después debería pisar su líder. Pero solucionado el problema tras unos minutos de desconcierto y descoordinación, emergió por fin del vagón que le traía desde Pionyang la figura de Kim Jong-un, sonriente y enfundado en un traje negro y un sombrero del mismo color.

Hoy se reunirá con el líder del Kremlin, Vladímir Putin, en un complejo universitario de la isla Russki, en el extremo sur de Vladivostok, el principal puerto de Rusia bañado por el océano Pacífico. La ciudad, con poco más de 600.000 habitantes, era el único escenario posible para celebrar semejante cumbre, propuesta en varias ocasiones por Moscú desde hace un año aunque siempre aplazada. Es fácilmente accesible desde Corea del Norte por tren, el medio de transporte preferido por los dirigentes norcoreanos. De hecho, Rusia comparte con el reclusivo estado asiático un estrecho tramo fronterizo de pocos kilómetros.

Tras haberse hecho esperar largo tiempo, Kim Jong-un decidió por fin acudir a Rusia dos meses después del fiasco diplomático vivido en la cumbre que mantuvo en Hanói (Vietnam) con el presidente estadounidense, Donald Trump. Esta sucesión de acontecimientos no ha pasado desapercibida a los ojos de la mayoría de expertos, quienes destacan el mensaje implícito a Washington que conlleva reunirse con el presidente de la principal potencia rival y el indisimulado objetivo de recabar apoyos internacionales. «Kim puede esperar una amistosa recepción aquí y algunas posibilidades de recibir respaldo político y económico de Putin», manifestó a la agencia Reuters Artyom Lukin, profesor de la Universidad Federal del Lejano Oriente en Vladivostok.

LAS SANCIONES DE EEUU

En el contencioso nuclear de la península norcoreana, Moscú ha apoyado siempre la eliminación de las armas atómicas en el territorio, aunque critica con dureza la política de sanciones que auspicia Estados Unidos para resolver sus diferendos internacionales. Sobre el papel, Rusia, país a su vez objeto de medidas de represalia occidentales, implementa las sanciones internacionales al régimen norcoreano, aunque existen un sinfín de casos documentados de violación de las mismas desde los cercanos puertos de Nakhodka o la propia Vladivostok.

Sin ir más lejos, en febrero pasado, Reuters informó de que un petrolero ruso había transferido combustible en alta mar a un buque norcoreano en al menos cuatro ocasiones entre el 2017 y el 2018, después de desconectar su transpondedor.

No está previsto que se firmen documentos o acuerdos al término de la cumbre de Vladivostok entre ambos dirigentes, ni tampoco que el Kremlin se desmarque unilateralmente de las medidas de castigo impuestas a Pionyang por sus ensayos nucleares aunque, eso sí, está previsto que Putin ofrezca a su invitado apoyo político para eliminarlas o suavizarlas, además de promesas de incrementar los intercambios comerciales con Corea del Norte en ámbitos que no supongan una violación abierta de las decisiones adoptadas por la comunidad internacional.

POTENCIA GLOBAL

«En los últimos meses, la situación en la península se ha estabilizado gracias a las medidas de Corea del Norte de detener sus tests de misiles y cerrar un centro de pruebas nucleares», explicó Yuri Ushakov, consejero del Kremlin. «Rusia intenta ayudar de todas las formas posibles para consolidar esta tendencia positiva», agregó. Para Moscú, la sola presencia del dirigente norcoreano en su territorio reafirma el estatus de potencia global que intenta mantener con tanto empeño.

Así las cosas, la visita de Kim Jong-un a Rusia tendrá principalmente un carácter simbólico y formal y será escaso de contenido, algo que se ha podido comprobar ya nada más traspasar la frontera común el tren en el que viajaba. Allí, en la localidad de Khasán, junto a la demarcación limítrofe común, fue recibido por un grupo de chicas vestidas con trajes típicos rusos que le ofrecieron ramos de flores y pan y sal, el gesto tradicional de bienvenida en muchos estados eslavos. Después, visitó la Casa de la Amistad Ruso-Coreana sita en la misma estación y construida con motivo de la visita que hizo su abuelo Kim Il-sung a Rusia en 1986.

La llegada a Vladivostok, la capital del Lejano Oriente ruso, unas pocas horas más tarde, también fue rica en protocolo. En el exterior de la estación, el líder pasó revista a una impoluta guardia de honor después de que una orquesta tocara los himnos nacionales de los dos países.

Luego, el dirigente se introdujo en una limusina que lo llevaría de visita por la ciudad, horas antes del inicio de la cumbre con Putin.