Que el Kremlin no está por la labor de conmemorar los sucesos, que un día de noviembre de 1917 (octubre según el calendario juliano) llevaron a los bolcheviques al poder quedó meridianamente claro en un reciente discurso del presidente Vladímir Putin en el denominado foro Valdai, donde se reúne con pensadores y líderes de opinión internacionales favorables a las tesis de Moscú.

"Hoy, cuando miramos las lecciones de la denominada revolución rusa de 1917, vemos cuan ambiguos sus resultados han sido (para el país)", subrayó. "Preguntémonos si no hubiera sido posible seguir un camino evolutivo en lugar de una revolución; ¿no podríamos haber evolucionado mediante un movimiento gradual y consistente en lugar de destruir nuestro estado y fractural de forma brutal millones de vidas humanas?

Bajo el mandato de Putin, la valoración social del término 'revolución' ha experimentado una radical transformación. Hace tres décadas, cuando la Unión Soviética aún estaba en pie, que un individuo fuera tildado de revolucionario le concedía un cierto estatus social, mejoraba su imagen ante la comunidad. Por contra, en múltiples carteles de propaganda comunista, la contrarrevolución, reresentada en la imagen de un ávido empresario capitalista o de un miembro de la iglesia, era identificada como el mal, el enemigo a batir.

Ha perdido vigencia

Todo ello ha perdido vigencia, primero desde el desmembramiento de la URSS en 1991, pero sobre todo a partir de las revoluciones de colores en las diferentes repúblicas exsoviéticas en la primera década del siglo XXI -Georgia en el 2003, Ucrania en el 2004, Kirguistán en el 2005- que buscaban derrocar a las élites corruptas que heredaron el poder tras la disolución de la URSS y que fueron consideradas por Putin como una amenaza existencial para su régimen.

Las principales televisiones estatales rusas, bajo el férreo control del Estado, identifican revolución con "cambio", "violencia" y "interrupción del orden público". Los corresponsales del primer canal de la televisión rusa, la principal fuente de información destacados en Kiev no cesan de emitir reportajes de manifestaciones, problemas de orden público, peleas en el Parlamento entre los diputados, unas informaciones que dan a entender que Ucrania, tras la revolución del Maidán, se ha convertido en un estado fallido. Y todo ello, con el ánimo de alejar cualquier tentación revolucionaria entre la opinión pública rusa.

Los actos para recordar esta revolución no querida por el 'establishment' que gobierna Rusia van a ser de escasa relevancia.Los comunistas, convertidos ya en oposición 'sistémica' que apoya al Kremlin en las principales decisiones -guerra en Ucrania, guerra en Siria, recorte de libertades- celebrarán una marcha conmemorativa.

Iniciativa imaginativa

Asimismo, se han organizado algunas exposiciones en las principales ciudades rusas acerca del evento que modificó radicalmente el rumbo de la historia del país; también se ha abierto una página web denominada Project 1917, una original propuesta que pretende conjugar la narración de la historia con las herramientas de comunicación actuales. Para ello se emplea una imaginativa formula: cibernautas relatando el día a día de la revolución mediante las redes sociales con perfiles figurados. La revolución rusa es en realidad, un periodo insurreccional que se prolongó durante un año en el que primero fue derrocado el régimen zarista en marzo (en febrero, según el calendario juliano) e instaurado un Gobierno provisional, que acabaria siendo derrocado por los bolcheviques.

La revolución bolchevique y las casi ocho décadas en que se mantuvo en pie la URSS han dejado una profunda huella en los ciudadanos rusos, y por ende, del resto de repúblicas que formaban la Unión, plasmada con maestria por Svetlana Aleksiévich en su obra 'El Fin del Homo Sovieticus'. Según las encuestas, la mitad de los rusos carecen de recuerdos del sistema soviético, y no están capacitados para enjuiciarlo. Sin embargo, hay otra mitad, generalmente las generaciones mayores, que pese a la carestía de productos y a la falta de libertades personales, valoran sobre todo la estabilidad política, la vida previsible, las inversiones estatales en los sistemas de enseñanza y de sanidad y el 'status quo' social.

Ello explica que, pese a que ha transcurrido más de medio siglo de la muerte de Josif Stalin, el sucesor de Lenin, bajo cuyo mandato millones de repesaliados políticos fueron enviados a los campos de concentración conocidos como 'gulag', aún genere controversia, con voces que justifican su gestión, debido a que coincidió en el tiempo con la segunda guerra mundial y la contienda que libró la URSS con la Alemania nazi. Más de 60 años después de su muerte, aún sorprende ver al gentío que cada 5 de marzo se acerca a las murallas del Kremlin, donde reposan sus restos mortales, para depositar claveles rojos frente a su tumba.

En resumen, en un artículo publicado por Tony Barber, excorresponsal en Moscú del 'Financial Times' y titulado: '1917, el año que Vladímir Putin preferiria olvidar', el autor sentencia: "Habrá un día en que Rusia recurrirá al aniversario de la revolución bolchevique para advertir de los peligros de los sistemas políticos opresivos", antes de concluir: "No apuesten ustedes a que será a corto plazo".