En abril de 1967, hace casi 50 años, una motivada multitud de ciudadanos de Leningrado, portando antorchas y pancartas laudatorias sobre la revolución bolchevique de 1917, se encaminó hacia la estación de Finlandia, en la segunda ciudad más importante de la Unión Soviética.

La muchedumbre quería revivir uno de los acontecimientos más relevantes -y mitificados por la propaganda comunista- del año revolucionario que, medio siglo atrás, había modificado de forma decisiva la historia de su país. Tras el derrocamiento, semanas antes, del zar Nicolás II, el líder bolchevique Vladímir Ilich 'Lenin'regresaba de su exilio en Suiza a la entonces capital del país, rebautizada con el nombre de Petrogrado. Y allí, en la misma estación, encaramado a un blindado, pronunció su primer discurso en tierra rusa, en el que pidió a la multitud no contentarse con el final del régimen zarista y continuar la lucha "hasta la completa victoria del proletariado".

Varios meses más tarde, en noviembre -octubre según el calendario juliano vigente entonces- los bolcheviques cumplieron su palabra y derrocaron al Gobierno Provisional encabezado por Aleksándr Kerenski, después de tomar los principales puntos neurálgicos de Petrogrado (hoy San Petersburgo).

SIN CONSENSO SOBRE LA REVOLUCIÓN DE 1917

Nada parecido a los actos de hace cinco décadas se espera que suceda en este 2017, año en que se conmemora el centenario de una revuelta -más bien un efervescente periodo revolucionario de meses de duración, con varios episodios y que desembocó en una cruenta guerra civil- respecto a la cual las actuales autoridades de Rusia, con el presidente Vladímir Putin a la cabeza, mantienen una relación ambivalente y sobre la que no existe una narrativa consensuada entre el actual establishment político ruso.

Por un lado, la revolución leninista permitió el alumbramiento de laUnión Soviética, un estado fuerte y centralizado, que disputó la hegemonía a EEUU durante varias décadas y en el que se sucedieron importantes logros tecnológicos orgullo de los dirigentes rusos contemporáneos. Por otro, causó el derrocamiento de un poder instaurado, un hecho que se asemeja a las revoluciones de colores que han provocado la caída de gobiernos afines a Moscú en las exrepúblicas soviéticas, en especial la revuelta de Maidán en 2013 y 2014 en Ucrania, y a los que el Kremlin es especialmente alérgico.

"Éste es un gobierno que preside un sistema capitalista; no están interesados en realzar los logros de la revolución comunista", explica por teléfono a EL PERIÓDICO Maksim Suraykin, presidente del Comité Central del partido 'Comunistas de Rusia', con representación en varios parlamentos regionales de Rusia.

El pasado 19 de diciembre, el presidente Putin rubricó una "disposición sobre los preparativos y celebración del evento dedicados al centenario de la revolución de 1917 en Rusia" en uno de cuyos cinco puntos se recomendaba la creación de una comisión organizadora para celebrar la efemérides.

Pero la composición de dicho comité ha suscitado ya críticas entre las filas comunistas, quienes se muestran escépticos respecto a la voluntad real de la élite rusa de conmemorar los acontecimientos del 1917 de forma satisfactoria para la izquierda. "El 80% de los miembros del comite son personalidades de ideas anticomunistas; ¿cómo van a dar una imagen positiva de esos acontecimientos", destaca Suraykin.

Entre ellos se encuentra Nikita Mijailkov, el más internacional de los cineastas rusos, conocido por sus ideas monárquicas, eslavófilas y nacionalistas, y ganador de un oscar a la mejor película extranjera por el film 'Quemado por el Sol'. "Es impensable que Mijailkov pueda hacer un trabajo objetivo", subraya el líder comunista.

A ocho meses de la revolución de Octubre, el golpe de mano que llevó a Lenin y a los comunistas al poder, se sabe muy poco del contenido de las celebraciones, y en qué forma estarán representadas las autoridades. Se celebrará, con toda seguridad, una parada militar, eso sí, de menores dimensiones que la que se celebra anualmente el 9 de mayo para conmemorar la victoria de la URSS sobre la Alemania nazi.

Lejos de remitir, la nostalgia hacia el pasado soviético y hacia la figura del propio Lenin en Rusia no ha dejado de aumentar, según coinciden en señalar varias encuestas recientes. En la primavera pasada, elcentro Levada difundió un sondeo en el que se constataba que en una década, el porcentaje de ciudadanos que valoraba de forma positiva la figura histórica del líder bolchevique de 1917 había pasado del 40% al 53%, es decir, había crecido un 13%, la mayoría de ellos pensionistas, gente con edución primaria y residentes en capitales de provincia.