Las raíces de la caótica gestión de la salida británica (brexit) de la Unión Europea (UE) se hallan, en primer lugar, en las mentiras difundidas sobre las supuestas maravillas que conllevaría. Estas mentiras, como que liberaría 350 millones de libras semanales (410 millones de euros) para financiar la sanidad, no fueron combatidas con firmeza por el Gobierno de David Cameron, porque eran difundidas por dirigentes de su propio Partido Conservador, como Boris Johnson. En realidad, el país pierde 800 millones de libras semanales a causa del brexit, según el Banco de Inglaterra.

Los diarios de más difusión, como The Sun, Daily Mail, Daily Express y Daily Telegraph, contribuyeron de forma tendenciosa a crear una opinión hostil a la UE, de acuerdo con los intereses de sus multimillonarios propietarios. Este es un factor a tener en cuenta ante las elecciones al Parlamento Europeo y en los estados miembros, dado el control y presión política sobre los medios de comunicación que existen en diferentes países y las informaciones sesgadas que imponen algunos de sus dueños.

El dueño de The Sun, Robert Murdoch, nacionalizado norteamericano y muy próximo a los neoconservadores, se ha distinguido por su hostilidad a la UE. Los dueños del Telegraph, los hermanos Frederick y David Barclay, son también hostiles a la UE y sus regulaciones. Ambos residen en paraísos fiscales y poseen el diario a través de sociedades off shore con la matriz en Bermudas.

El dueño del Daily Mail, Jonathan Harmsworst (lord Rothermere), oficialmente tampoco reside en el Reino Unido para no pagar impuestos y heredó el diario a través de sociedades en los paraísos fiscales de Jersey y Bermudas. El Daily Mail y el primer lord Rothermere ya se distinguieron en la década de 1930 por respaldar a la Alemania nazi y al movimiento fascista británico de Oswald Mosley. El dueño del Daily Express, Richard Desmond, donó más de un millón de euros al partido UKIP impulsor del brexit.

Las mentiras en política, cuando son asumidas por los dirigentes -como el Gobierno de Theresa May-, inducen a tomar decisiones en base a parámetros ficticios al margen de la realidad, lo que conduce al desastre. Este es el segundo factor responsable del caos actual del brexit.

May asumió las fantasías del brexit y enfocó su negociación con los Veintisiete a partir de la falsa premisa de que el Reino Unido podría seguir disfrutando de las ventajas del acceso al mercado europeo sin ninguna de sus obligaciones, como ya señalaron los profesores Jonathan Hopkin de la London School of Economics y Peter H. Hall de la Universidad de Harvard.

La exigencia añadida de May de salir de la unión aduanera para contentar al ala dura de su partido ha hecho imposible que la UE pueda ofrecer otra cosa que el acuerdo de divorcio pactado y rechazado ya dos veces por el Parlamento.

El tercer factor que ha llevado al caos actual han sido los errores de cálculo de las estrategias electorales cortoplacistas de Cameron y May, en las que antepusieron los intereses del partido a los del país. Cameron, con el referéndum del 2016, y May, con las elecciones anticipadas del 2017, subestimaron el malestar social causado por una década de recortes del gasto público, desmantelamiento de la protección social y la pobreza al 20% de la población, como denunció el rapporteur especial de la ONU, Philip Alston, en noviembre. Ese malestar fue clave en el triunfo del brexit y la pérdida de la mayoría absoluta de los conservadores en el Parlamento.

Del lado de la UE, la lección más importante de esta crisis es que los Veintisiete, cuando quieren, son capaces de adoptar decisiones unitarias. Como señaló el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, en la Universidad de Bolonia en febrero, la globalización y orden geopolítico internacional «están cambiando de un modo que no es favorable a Europa». Por ello, insistió Draghi, los países de la UE deben recuperar una visión y actuación común, porque solo actuando juntos podrán preservar su soberanía frente a las grandes potencias y las multinacionales y hacer frente con éxito a los riesgos económicos, sociales y de seguridad que plantea el inestable mundo globalizado.

Los ciudadanos y los dirigentes de los Veintisiete deben tener presente que la Administración de Donald Trump no pierde ocasión para intentar debilitar y dividir la UE, porque quiere una Europa sumisa. Trump, que ha calificado a la UE de «enemigo», ya hizo campaña a favor del brexit durante las elecciones presidenciales norteamericanas y apoya una salida abrupta. Y el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, realizó una gira en el mes de febrero pasado para exacerbar la división interna de la Unión Europea entre el Este y el Oeste.