La insurgencia iraquí acogió ayer a sangre y fuego la presentación de la nueva ley de seguridad nacional, que dota al Gobierno del primer ministro Iyad Alaui de poderes excepcionales para combatir la violencia en el país.

Si no puede ser interpretado como una ironía, lo que sucedió en Bagdad es al menos muy significativo: mientras los ministros de Justicia y Derechos Humanos de Irak celebraban una rueda de prensa para enumerar las medidas especiales contra el terrorismo, a pocos cientos de metros tenía lugar la peor batalla en las calles de la capital desde la entrada de las tropas estadounidenses.

CONTROLAR EL TERRORISMO La nueva ley permitirá al primer ministro iraquí imponer el estado de excepción, restringir los desplazamientos en Irak y a través de sus fronteras, suspender las actividades asociativas, ordenar escuchas telefónicas y controlar la correspondencia, entre otras medidas. Los ministros de Justicia, Malik Dohan al Hasan, y de Derechos Humanos, Bujtiar Amín, justificaron la ley por "las circunstancias que atraviesa el país y la necesidad de controlar el terrorismo".

La presencia de Amín en la rueda de prensa no era gratuita, y buscaba tranquilizar a aquellos que puedan pensar que la ley significa el retorno a un Estado autoritario. "Sabemos que puede restringir algunas libertades, pero existen muchas cláusulas que garantizan la protección de los ciudadanos contra una posible opresión del Estado", indicó el ministro.

"He sido autorizado por el primer ministro para impedir cualquier violación de los derechos humanos durante su aplicación", agregó. Amín comparó la nueva ley con la Patriot Act , adoptada por el Gobierno estadounidense tras los ataques del 11-S.

EN PLENO CENTRO El eco que producían estas declaraciones no era precisamente el deseado. En plena avenida de Haifa, en el corazón de Bagdad, insurgentes iraquís apostados en los edificios que rodean la vía atacaban un retén que la Guardia Nacional acababa de instalar en busca de vehículos robados. El ataque derivó en una batalla campal que se prolongó casi cuatro horas y en la que tuvieron que intervenir las fuerzas estadounidenses, aunque sin exponer directamente a sus soldados.

Los estadounidenses protegieron con cinco tanques la retirada de los iraquís y atacaron con misiles lanzados desde dos helicópteros Apache los edificios donde se parapetaban los insurgentes. El balance final fue de cuatro muertos y 27 heridos, entre ellos un soldado de EEUU.

ATACADA LA RESIDENCIA DE ALAUI Un poco antes, cinco personas habían resultado heridas cuando los insurgentes atacaron con disparos de mortero la residencia del primer ministro iraquí, Iyad Alaui. Portavoces militares de EEUU confirmaron entretanto la muerte de cuatro soldados estadounidenses el martes en la capital, y la cadena árabe Al Yazira informó del secuestro de un egipcio y un filipino por parte de dos grupos de la resistencia.