La tensión está presente siempre en la ciudad suní de Faluya, que tradicionalmente es uno de los núcleos de apoyo al derrocado régimen de Sadam Husein y que ahora es feudo de la resistencia. Ayer aún se dejaba sentir con más fuerza. La paranoia llega a tal punto que, a los ojos de algunos exaltados, una occidental, hablando por un teléfono portátil vía satélite, no puede ser más que una espía que pasa información a los norteamericanos.

Esto es lo que pensaron una docena de jóvenes, armados con fusiles kalashnikov, cuando ayer esta enviada especial llamaba a la redacción del periódico al salir del hospital de Faluya, donde había hablado con algunos de los policías heridos. Amenazaron al conductor y al traductor iraquís. "Os vamos a matar a todos por colaborar con ellos. Sois unos espías. Aquí no nos gustan los forasteros", dijeron, al tiempo que obligaron al conductor a enseñar su documentación, como si estuvieran investidos de alguna autoridad. Mientras algunos proferían insultos, uno de los jóvenes intentó arrebatar el teléfono por la fuerza.

Justo el día antes, un policía de tráfico nos había "aconsejado" no deambular demasiado por Faluya. "Aquí hay muchos a quienes no les gustan los extranjeros. Id con mucho cuidado", afirmó el bienintencionado hombre.

Faluya, como gran parte de Irak, se ha convertido en una ciudad sin ley, donde la única que impera es la de la selva. En Faluya hay mucho tipo cabreado y un tipo cabreado, si además va armado, puede resultar muy peligroso.